Monday, May 29, 2006

LA CRUZADA CONTRA EL TABACO


El artículo de esta semana, poco tiene que ver con la caballería tradicional, pero si con el lavado de cerebro y los mensajes subliminales que recibimos frente a "MUCHAS", situaciones. Soy un fumador, me encantan los habanos, y dejar volar mi mente ante las bocanadas de humo de una buena pipa, mientras leo un buen libro. Mis estimadas Damas y Caballeros, ¡ si soy un estigmatizado !, y ¡ He pecado !
Ante todo fumar es un placer, nadie fuma por obligación, a no ser que pretenda aparentar algo que no es. Todo placer siempre ha sido mal visto y condenado, no hay que ahondar en esa afirmación. Las intenciones que hay detrás de la llamada lucha anti tabaco, caen en el control de la personalidad del individuo. Pretenden salvar a potenciales víctimas de enfermedades o muertes, pero olvidan que las dependencias no se curan por ley ni por terceros, sino por voluntad propia.
Ya decía Henry Miller en uno de sus trópicos: si quieres curar a un alcohólico, pues dale varias botellas de whisky. Y he ahí el error fundamental en la percepción del problema: Enarbolar la cruzada del miedo es políticamente correcto, pero esencialmente nulo. Muchas veces, como a los niños, todos lo somos, aunque afirmemos no serlo, lo que se dice alimenta su contrario.

Las últimas décadas de los estudios científicos al respecto se han propuesto demostrar la relación innata tabaco enfermedad y muerte. Pero olvidan que hay millones de personas en el mundo de hoy y en el de ayer, que consumieron tabaco y morirán o murieron de vejez. Ha habido y hay comunidades estudiadas en algunas partes del mundo, en las que el consumo del tabaco pondría los pelos de punta a la OMS, y nunca se registró un caso de enfermedad pulmonar o cáncer.
La pregunta es entonces, qué ha sucedido con este débil hombre del siglo XXI que en teoría es tan propenso a morir por el consumo del tabaco, qué factores que no tienen que ver con el tabaco están llevando a su disminución en la resistencia a ciertas enfermedades.
Ahora bien, a estas alturas parece obvio que a los hombres de nuestro tiempo el tabaco les produce daños en su salud, aceptemos esa idea. Pero esa comprobación no puede ser punto de partida para emprenderla contra el consumo del tabaco. Si no, caeríamos en una estigmatización como todas desproporcionada.
No hay ninguna duda, eso asumo, de que la libertad de hacer con su cuerpo lo que a uno se le ocurra, es incuestionable. En este caso no hay dilema ético de por medio, como en el aborto, que existe un dilema moral y ético.
Que hay transnacionales y publicistas que se hacen millonarios con el consumo de tabaco, es un asunto paralelo que no tiene que ver con la elección personal.
La pretensión de la prohibición en lugares como universidades públicas y privadas que trae consigo la ley aprobada, es casi jocosa. Ahora los universitarios o los que estudien una maestría estarán impedidos de fumarse un cigarrillo en los jardines de las Universidades.
Mucho más daño que el humo del tabaco a los no fumadores ocasiona el monóxido de carbono de los automóviles que todos conducimos; a nadie se le ocurre prohibir su uso en nuestras ciudades, o sólo autorizar coches eléctricos o solares.
Y qué decir de la radiación de la televisión, lor ordenadores, los moviles, los microondas, o de la comida basura que se publicita en todas partes y los niños ingieren llevados por sus padres, para tener la figura de tal héroe, o villano de película, publicitado con mensajes subliminales.
Por eso sí creo que el tabaco es ahora mismo, una moda para contentar a muchos y satanizar a otros.

Toda la publicidad del tabaco y todas las artimañas de las empresas fabricantes no pueden ser asociadas al asunto de la intimidad personal y familiar.
En el caso de la persona la cuestión es evidente. La familia por el contrario se constituye por pactos y relaciones de poder, pretender ingresar en esa esfera, que felizmente la ley no ha hecho,¿o si? sería una puerta abierta al Big Brother.

¿Es que no hay forma más razonable de enfocar el asunto que la prohibición? La ley aprobada es un alegato del control, de la vigilancia y del castigo. Tan sencillo sería elevar el impuesto al tabaco. Prohibir es abrir toda clase de opciones peores que la buscada.

Las brujas, la masturbación, los cristianos hace dos mil años, los musulmanes en el occidente ahora, y los fumadores hoy. No se puede avalar la libertad ni la salud ingresando a la vida de las personas como lo ha hecho la OMS exigiendo a sus trabajadores no ser fumadores y como lo hace la ley en varios aspectos.
Ese es el ogro filantrópico, que cuando se nos acerca ideológicamente es amigo, y cuando no es enemigo. Las enfermedades producidas por el tabaco son un problema sanitario de seguro, pero que nacen de una voluntad personal, tratar de amoldar esa voluntad no tiene precedente exitoso.
En todo caso, hay muchas situaciones normalizadas en el mundo de hoy que están haciendo de nuestra civilización un cáncer para la tierra. Es cuestión de ser orgánicos, más transigentes y más abiertos.
Pués bendito sea el tabaco para el que fume, con respeto eso sí, hacia quién ha tomado su derecho de no hacerlo. Pero el respeto debe ser mutuo.