Wednesday, November 09, 2005

LA ISLA BLANCA Y EL CORAZÓN


A propósito de la Sede nórdico-polar en la que Cronos yace dormido, Plutarco refiere un detalle de sumo interés: los habitantes del Norte sólo en estado de sueño podían alcanzar la visión del Dios .

Se ha visto cómo el tema del "sueño" o de la "niebla", equivalente alegórico del estado de sueño, aparece también en los dos relatos celtas que narran el viaje de Cormac a la Tierra Prometida y el viaje de Conn a la región de Lug y la Soberanía de Irlanda.

La afirmación de Plutarco según la cual sólo "durmiendo" los habitantes del Norte podían ver a Cronos es muy apropiada y se refiere a un estado de conciencia (distinto del de la vigilia) que se alcanzaba a través de especiales técnicas que incluían -e incluyen en el chamanismo actual- el ayuno, el control de la respiración, el sonido y, en ciertas culturas, la adopción ritual de "drogas sacramentales". Entre ellas recordemos, para Europa septentrional y Siberia, el hongo agaricáceo Amanita muscaria. Es probable también que Plutarco, mencionando el Norte, tuviese en mente a ciertas culturas germánicas que realizaban el trance mediante técnicas chamánicas de las que, al menos de una, el seidhr, se tienen noticias. Es significativo advertir que en el léxico chamánico de un gran número de culturas de interés etnológico, "sueño" y "ensueño" son términos alegóricos que se refieren respectivamente al receso de la conciencia (la cual entra en un estado "alterado" que se encuentra más allá de los sentidos) y a la visión que se ofrece en tal estado. A este viaje inmaterial alude Píndaro: "Y no podrás hallar, yendo en nave o a pie, el camino maravilloso donde se reunían los Hiperbóreos para los juegos" .

La tradición árabe parece traducir así el pasaje de Píndaro: la Montaña Qâf no puede alcanzarse lâ bi-l-barr wa lâ bi-l-bahr, "ni por tierra ni por mar" . Y algo más: idéntica expresión se halla en la tradición china en Li-Tze, que afirma que en las míticas regiones situadas al norte del mundo "no se puede llegar ni en carro ni en nave, pues sólo el vuelo del espíritu las alcanza" . En ambos casos, "tierra" y "mar", además de señalar la ubicación de la "montaña" fuera del ámbito de la geografía física, se refieren por analogía al cuerpo y a la psique. Efectivamente, ni con el primero ni con la segunda puede tocarse la mítica región sino sólo "con el vuelo del espíritu". Al respecto la expresión china es muy pertinente porque "vuelo" se refiere al resultado final de un determinado procedimiento ascético que tiene por objeto liberar la conciencia de su asidero sensorial y racional.

Lógicamente, el "viaje" o "vuelo" del espíritu hacia los Hiperbóreos, o hacia Shambala, no es tan fácil, ni se sigue de él automáticamente la superación del estado ordinario de conciencia. Antes de llegar a la alegórica "Isla Blanca" hay que cruzar un peligroso "océano" infestado de monstruos y peligros mortales escondidos "bajo las aguas". "Océano" y "aguas" que corresponden metafóricamente a la psique de la persona, en la que, en hondos rincones que el sol nunca ilumina, se anida ese cúmulo de monstruos e híbridas formas que unas veces son atacados y vencidos, otras atacan y vencen al "navegante".

Una de las descripciones más sugestivas de esta batalla espiritual es la que narra, en el homónimo poema del antiguo inglés, la lucha del héroe Beowulf contra el oscuro poder de Grendel, el monstruo de los abismos. La más clásica de las empresas reservadas en el Medioevo cristiano a Caballeros y Santos militares consistía precisamente en echar al "dragón" de la tierra simbólica para enfrentarlo y derrotarlo en singular combate. Muchas veces, como consecuencia de la victoria sobre el "dragón" se liberaba a una "mujer", en quien ha de verse al "alma" (el intelecto superior) liberada de las ataduras que la tenían cautiva de los monstruos de la "tierra". Cuando el griego Hércules intenta trasponer el océano que lo separa del Jardín de las Hespérides, no puede fiarse de sus fuerzas, sino que debe dejarse guiar por Atenea (el logos de Zeus) y es Atenea una vez más quien lo orienta y asiste en su descenso al Tártaro, la oscura región de los muertos situada "en lo más hondo de la tierra".

Sólo hay una manera de disolver esos "monstruos" y fantasmas que aguardan el paso del viajero incauto: hacer llegar a las profundidades de la conciencia ese "sol" que despeja las tinieblas. Pero, para hacerlo, es necesario alejar las nubes que lo cubren, purificar la conciencia y el sentir: en el lenguaje alquímico "de-albare" (blanquear). Las distintas alegorías que usan los autores medievales de los relatos del Grial dan por sentado este iter sin el cual no puede hallarse el Grial.

Aun más explícita es la tradición tibetana, que afirma que Shambala (o Chambala), la sede nórdica, "está ubicada en mi espíritu".

Dado el interés específico de nuestro estudio, no podemos examinar aquí las muchas pruebas que el héroe, en busca del Santo Grial, debe afrontar. Tal examen llevaría a reflexiones que pondrían de relieve el contenido iniciático de la Búsqueda. Baste en todo caso consignar, además de lo señalado, algunas notas adicionales para mostrar la dirección que orientaba espiritualmente al caballero.

8.1 El castillo del Grial

En la Quête du Graal, como queriendo desalentar todo intento de localización geográfica, al Castillo del Grial se le llama palais spirituel. Lo rodea el mar y lo defienden dos leones. En el Grand Saint Graal rodea el Castillo un río torrentoso, vasto y profundo. En el Parsifal lo rodea un lago.

Obsérvese ante todo que en todos los textos se trata de un Castillo, o sea de un lugar defendido, aludiendo así a la dificultad implícita en la Búsqueda tanto como al carácter esencialmente guerrero de la Vía del Grial, reservada sólo a los Caballeros (en ningún texto figura un héroe que se lance a la Búsqueda sin ser Caballero).


El cinturón de aguas peligrosas que rodean y defienden la Sede del Grial -como lo es el Jardín de las Hespérides y la Sede hiperbórea- es una clara referencia a la victoria sobre las corrientes síquicas (la irrupción impetuosa de las aguas) y al control de toda potencia del ser. Al mismo tiempo, el hecho de estar situada "más allá" de las Aguas indica que la Sede del Grial ha de buscarse en la dimensión propia del Misterio que, por su naturaleza, se sitúa más allá de la razón, en un dominio distinto del experimentable a través de la mente y los sentidos.

Con el auxilio de la mera razón no podrá hallarse el Grial: se necesita una indispensable aptitud interior y la capacidad de llegar indemne "más allá de las aguas". Capacidad, esta última, de tipo estrictamente iniciático y de carácter regio-sacerdotal. En el simbolismo alquímico sólo el "azufre" puede fijar la turbulenta pujanza del "mercurio" (correspondiente a las aguas y a la esfera síquica que hay que "congelar", "fijar", para poder cruzarla indemne, como en tierra firme). Aquam torrentium converte in petram ("convierte en piedra el agua de los torrentes"), se lee sobre la Puerta Hermética de Roma.

A esta dimensión metarracional hace alusión Wolfram von Eschenbach cuando dice que para dar con el castillo del Grial es preciso llegar "sin saberlo", así que Parsifal llega poniéndose a merced de su caballo, cuyas riendas había abandonado, y recorriendo "tanto camino como el que puede recorrer un pájaro".

El camino del Grial está plagado de peligros: Eschenbach advierte que no se puede pensar en llegar al Monte donde se custodia el Grial (Muntsalwaetsche, que se interpreta como "Monte Salvaje" o como "Monte de la Salvación") sin combatir contra guardianes terribles (los Templarios). Ellos permiten el acceso sólo a los escogidos, enunciados uno por uno en una inscripción que aparece en el Grial. Destino del combate es el Grial o la muerte. Se alude aquí a los peligros connaturales a una vía de tipo iniciático en la cual, alcanzado cierto grado de realización, ya no se puede volver atrás sin consecuencias (sobre todo síquicas). En algunos textos se habla de una espada puesta como puente para cruzar un abismo: por el filo de la espada ha de pasar el héroe.

8.2 La Capilla Peligrosa

En la aventura de la Capilla Peligrosa el héroe (Parsifal) tiene que pasar la noche, solo, en la capilla en la que yace un caballero muerto, y al lado de éste un cirio encendido. En los alrededores de la Capilla se extiende un cementerio en el que se entierra a aquéllos que han fracasado en la prueba y han perecido condenándose (asaltados por espíritus malignos).

Tras el estrépito de un rayo y un trueno, una mano negra apaga el cirio. Aparece entonces una cabeza que lanza una larga llamarada y un demonio más negro que la noche. En un armario se guarda un velo capaz de romper el encanto. Parsifal trata de adueñarse de él, pero el diablo lo amenaza con matarlo bajo el altar. El héroe se persigna y el diablo da marcha atrás con un golpe de trueno.

La capilla arde. Parsifal avanza hacia el demonio blandiendo la espada y haciendo con ella la señal de la cruz.
Entre rayos y truenos Parsifal cae exhausto. Cuando vuelve en sí se acerca al armario, extrae el blanco velo que ahí se guarda, lo extiende sobre el altar, lo baña en agua bendita y rocía las paredes de la capilla destruyendo el encanto. Luego vuelve a poner el velo en el vaso de oro que lo contiene. A la mañana siguiente, al canto del gallo, el cirio vuelve a brillar y permanecerá encendido hasta el fin del mundo.

Se trata evidentemente de una experiencia que está más allá del estado profano de conciencia. Esta experiencia está precedida por una ruptura de nivel (los "truenos", los "rayos"), por una verdadera muerte iniciática (el "desmayo") y es superada sólo merced al estado de gracia del héroe y a la profunda pureza de su mente (el "velo blanco"). En el Titurel de Wolfram von Eschenbach se dice que "El Señor del Grial ha de estar libre de mancha". Al cabo de la experiencia (que se desarrolla de noche) vence la luz en la conciencia (la "mañana", el canto del gallo) y vuelve a prenderse una llama que de otro modo la potencia luciferina habría apagado para siempre causando la muerte del héroe. La aparición del demonio ígneo corresponde exactamente a la irrupción del dragón que emerge de las entrañas de la tierra, con todos los sentidoe síquicos que este símbolo implica.

Acerca del "estado de sueño" que mencionaba Plutarco, está claro que no se trata de un dormir ordinario como lo demuestra el episodio de la "prueba del sueño" que los héroes llegados al Castillo de las Maravillas deben afrontar superando la pena de muerte. Durante esta prueba, en que arqueros y ballesteros invisibles disparan flechas y proyectiles, el héroe postrado en el lecho se defiende con el escudo. Es obvio que no puede tratarse de un escudo material dado que el acontecimiento en sí es alegórico y dado que las fuerzas en juego son de orden metafísico: el "escudo" en cuestión tiene que consistir en un firme dominio de las propias emociones, una firmitas que hunde sus raíces en las zonas más profundas del ser y que tiene por respaldo la ayuda divina. En el Libre del Orde de Cavalleria (c.a. 1275), Raimundo Lulio hablando de la coraza del caballero (análoga al escudo en cuanto elemento protector) dice: "La coraza significa castillo y murallas contra los vicios y los errores; porque así como el castillo y las murallas están cerrados y tapiados para que nadie pueda entrar, así la coraza está cerrada y abrochada por todas partes, para recordar al noble corazón del Caballero que no puede cometer traición, o mancharse de orgullo, deslealtad u otro vicio" .

Al cabo de la prueba del sueño (que se efectúa en un "lecho rodante") el Caballero debe afrontar y vencer a un enorme león. Conseguida la victoria sobre el león -que encarna en este contexto el valor negativo del símbolo asociado a él: el ímpetu destructivo de la fuerza desbordada, el poder del instinto abandonado a sí mismo- el héroe obtiene el título de rey y la posesión del Castillo.

Se trata entonces de un especial estado de "sueño de la mente" en que la conciencia superior, habiendo reintegrado en sí todas las demás facultades, está completamente despierta y desvinculada de la prisión física. Podríamos comparar dicho estado con aquél que en las técnicas de meditación japonesas y en el bushido se llama mu shin (literalmente "no-mente") y mu ga ("no-yo") por las que el guerrero podía decir "no tengo castillo; fudoshin ("mente imperturbable") es mi castillo" .

Tiene que ver con un estado de conciencia que se distingue tanto del común dormir como de las ensoñaciones y del sueño profundo del hombre ordinario . Cuando duermen la mente y los sentidos, el espíritu debe permanecer despierto para afrontar los peligros que obstruyen su camino hacia el Grial.
Al despertar del sueño, que ha tenido a la mente atrapada en la materia, y una vez que la mente "se pone a dormir" (dominio de los flujos del pensamiento y los sentidos), puede llegarse a un estado superior de conciencia. El "dormir" tiene pues una doble acepción: una negativa (el menoscabo de las facultades superiores de la mente sumergida en la experiencia material) y la otra positiva (la autonomía del espíritu respecto a los condicionamientos de la mente que puede "fijarse" o "dormirse"). En el plano simbólico el dormir, en sentido negativo, equivale al macizo de "piedra" (la materia y la conciencia asociada a ella) que tiene prisionera a la "espada" que el héroe debe extraer. Esa espada es signo de una virilidad interior con la que puede tratar de penetrarse el Misterio (Parsifal en francés es Perceval; compárese con la voz francesa percer, que quiere decir "aquél-que-penetra").

Muchos son los contextos en el campo histórico-religioso en que aparece la prueba iniciática del dormir como conditio sine qua non para conseguir un fin eminentemente sapiencial, o para conseguir un don sobrenatural. Bástenos recordar la experiencia del héroe babilónico Gilgamesh, el cual, para obtener la inmortalidad, tiene que ir a una isla remota donde vive por siempre Utnapishtim, a salvo del diluvio. Llegando, el héroe se somete a la prueba del sueño, pero sucumbe y duerme por seis días y siete noches: "Gilgamesh cayó en un profundo sueño".

8.3 Las dos espadas

Particularmente importante es el simbolismo de las dos espadas: nos limitaremos a señalar el que hay en Eschenbach. Parsifal, a poco de conocer al rey Arturo, al inicio de su camino de caballero, se enfrenta y mata a un caballero completamente vestido de rojo, armadura y sobreveste. La victoria sobre el Caballero Rojo le da al mozo su primera espada, que lo acompañará en muchas empresas. En el Castillo del Grial obtiene una segunda cuya empuñadura es de un rubí único y cuya hoja es de un inmenso valor. Es el señor del castillo quien se la ofrece a Parsifal, y le dice que lo considera "hombre para portarla dignamente por doquier" .

En el Grand Saint Graal Celedonia dice que valora esta espada tanto como al Grial.

Por no haber planteado la pregunta, Parsifal se halla solo en poder de las dos espadas, la del Caballero Rojo y la del Castillo del Grial. Se pone ambas al cinto reanudando la Búsqueda y las aventuras que la acompañan. Nótese que ambas espadas tienen que ver con el color rojo: la primera a causa del antiguo dueño, la segunda por el rubí que la adorna.
Rojo es el color de Marte y por tanto del camino de la caballería como milicia. Ésta, sin embargo, volviéndose Caballería Celeste adquiere una característica distinta. El rubí indica aquí el signo particular de este rojo. Esta piedra tuvo fama, en la antigüedad, de poseer misteriosas relaciones con la sangre, le atribuyeron varias virtudes, entre ellas el poder de alejar la lujuria, la resistencia al veneno, la prevención de la peste.

Es la piedra, llamada "carbunclo", que se halla en la frente del unicornio símbolo de pureza. Arroja una luz tan intensa que alumbra todas las tinieblas.

El rubí que adorna la espada del Castillo del Grial indica que ya ha tenido lugar la "purificación de la sangre" (del factor anímico), requisito indispensable para el cumplimiento de la Búsqueda y el acceso al Grial. Se trata de una espada espiritual, mientras que la primera es el arma del guerrero. Florece nuevamente la doctrina de las dos espadas tal como San Bernardo la expuso en el comienzo del De Laude Novae Militiae.

Siempre a propósito de la polivalencia del color rojo, hay que destacar que en algunos textos el macizo que tiene prisionera a la espada fluctúa sobre las aguas y es de mármol rojo, con referencia a la barrera de sangre que ha de franquearse para liberar la "espada". Aquí la sangre es entendida antes de la purificación, como vehículo del instinto y la pasión ligados a la constitución biológica -el cubo, la materia -. El caballero que tenga éxito en la empresa será descendiente del Rey David que, recordemos, profetizó el advenimiento del Rey y Sacerdote según el orden de Melquisedec . En otras palabras: llegado al final de la Búsqueda, el caballero se convierte, aun dentro de los límites de la naturaleza humana, en alter Christus.

El traje del caballero es de seda roja, pero una vez cumplida la empresa tiene pleno derecho a ceñirse una capa de seda de color rojo bermejo, recubierta de armiño blanco, que le tiende un anciano. También en este caso se trata de la calificación regia (el armiño blanco) de la Caballería Celeste que corona el camino de la Caballería Terrena (sobreentendida en el traje rojo). Y para la "seda bermeja" valen las mismas consideraciones ya planteadas respecto a la espada de la empuñadura de rubí. En tal sentido, no carece de significado que la última fase de la Obra alquímica se llame "obra en rojo". En este caso el "rojo" (como el "bermejo" en el contexto anterior) no se refiere ya a la sangre biológica sino a la púrpura regia.

Por otra parte no hay que olvidar el otro valor del que es pasible el símbolo de las dos espadas: se trata de la reunión de los dos poderes, el imperial y el sacerdotal, en la persona del Señor, según la concepción originaria indoeuropea y según la visión escatológica "gibelina". En una perspectiva inmediatamente "política", la reunificación de las "dos espadas" es alegoría de la armonía entre Papado e Imperio. Asumiéndose, claro, que tal armonía coronaría las aspiraciones de la desgarrada sociedad con la instauración de una época de paz, y una paz fértil por la justicia que la fe ilumina y por la fe que la justicia protege.
La Santa Búsqueda, vista sub specie interioritatis, la única perspectiva que puede considerarla en su justo valor, conduce al punto último donde el Grial se oculta: el interior del corazón.

Ya desde épocas remotísimas el corazón se representaba simbólicamente con la copa o con el vaso o la vasija.

El jeroglífico egipcio 'ib tiene la forma de una vasija con dos asas, e indica el "corazón" no sólo como órgano físico sede de la vida sino también como "sede de la inteligencia" .