Monday, November 07, 2005

EL CENTRO DEL MUNDO



En Irán la montaña Alborj (Haraberezaiti) se yergue en el centro del mundo y une la tierra con el Cielo, al igual que el monte Meru en la India, sobre cuyas cumbres brilla la Estrella Polar.

La tradición irania conserva el recuerdo de la sede originaria de la Edad de Oro y del terrible invierno que la destruyó. El pasaje que aquí reproducimos está tomado del Avesta : "Yima es el primer rey, el rey de la Edad de Oro, de esa época maravillosa en la que reinaba la primavera eterna, cuando los rebaños prosperaban sin pena y se desconocían la vejez y la muerte.
Pero la población crecía y tres veces Yima hubo de enviar hombres y ganado a nuevas regiones. Estas regiones remotas quedaron a merced de Ahrimán, el Espíritu antagonista del Bien, que esperaba la ocasión para lanzar el ataque. Se anunció un invierno terrible, obra del Espíritu del mal, e incluso el Paraíso Terrestre corría el peligro de desaparecer bajo los asaltos del maligno. Ahura Mazdâ invitó a Yima a construir un refugio escondido (vara) que daría protección a un grupo de hombres escogidos [...]. Este lugar oculto todavía existe, pero desafortunadamente es una sede secreta; es el verdadero centro del mundo. Es una partícula del Mundo Celeste introducida y conservada en la tierra donde no puede reinar el mal".

El "Invierno terrible" de la tradición mazdeísta evoca muy bien el fimbulvetr de la Edda, traducido del mismo modo y referido al final del presente ciclo como preludio al ragnarökkr o, con mayor probabilidad, al final de un ciclo anterior . Se trata evidentemente del recuerdo de un cataclismo de vastas proporciones (¿una glaciación?) que sumergió o hizo inhabitable la sede originaria (airyanem vaêyô, "semilla originaria de los arios, denominada siria atemporal") y que hizo necesarias las migraciones a otras regiones . La teoría irania de las migraciones que dejan atrás una sede primitiva concuerda, pues, con la tradición irlandesa sobre la migración de la estirpe de los Tuatha dé Danann.

En la tradición nórdica, el final del presente ciclo cósmico estará signado por un incendio total provocado en la tierra de los hombres por el gigante Surtr y por la última batalla de los dioses . "En el lugar llamado bosque de Hoddmímir se esconderán, cuando [queme] el fuego de Surtr, dos hombres que se llaman Líf y Leiƒþrasir, y se alimentarán del rocío. De estos hombres nacerá una estirpe tan poderosa que repoblará todo el mundo..." . En otra versión del mito, narrada por Odín, los dos últimos sobrevivientes, cabezas de linaje de la nueva humanidad, sobrevivirán no al fuego sino al Fimbulvetr, el Terrible (fimbul-) Invierno (vetr):

"¿Quién quedará con vida cuando acabe
el terrible invierno?
Líf y Leiƒþrasir; ellos se refugiarán
en el bosque de Hoddmímir;
los rocíos matinales serán su alimento
y de ellos habrán de nacer los hombres" .

Líf significa "Vida" y Leiƒþrasir "Deseo-de-vida". Hodd-mímir significa "Mímir-del-tesoro" (hodd). Mímir ("El Evocador") es el nombre del sabio gigante, guardián de la fuente de conocimiento ubicada a los pies del Árbol del Mundo y guardián de las runas que Odín toma sacrificando un ojo a la Fuente Mímisbrunnr ("Fuente de Mímir" o, en sentido extendido, del "recuerdo"). El "bosque de Hoddmímir" parece referirse a un lugar localizado en el Centro del Mundo que permaneció, o permanecerá, incólume al cataclismo final. También la tradición irania, como se ha visto, menciona un lugar donde los escogidos encuentran refugio y habla de él como: "...una sede secreta (...) el verdadero centro del mundo. Es una partícula del Mundo Celeste introducida y conservada en la tierra donde no puede reinar el mal".

En el texto citado, Odín interroga a Vaƒþrúdhnir, un gigante dotado de virtudes oraculares a quien acude para preguntarle por los destinos del mundo. En la estrofa 50 del mismo Poema, Odín habla de las "llamas de Surtr", vale decir, de la destrucción del ciclo actual por medio del fuego. Es probable, por lo tanto, que el "Terrible Invierno" se refiera al final de un ciclo anterior. Lo cual concordaría con la tradición irania y celta.

En el Islam el simbolismo del Centro lo expresa la Montaña Blanca (el-Jabal el-Abiad), llamada también Qâf o "Montaña de los Santos" (Jabalu-l-Awliyâ), que se alza en la Isla Verde (el-Jazîrah el-Khudrah). Sobre la Montaña Blanca se posa el ave Fénix, Rukh. No es posible llegar a esta isla "ni por tierra ni por mar".

La última expresión esclarece el sentido de esta centralidad en una dimensión esencialmente espiritual. Como siempre, el simbolismo del Centro (umbilicus, omphalos, etc.) en la Geografía Sacra tradicional es susceptible de una interpretación metafísica, además de topográfica.

El geógrafo Yagût dice expresamente que la montaña Qâf antiguamente se llamaba Alborj, con clara referencia al Centro Sacro mazdeísta.

Qâf es la madre de todas las montañas y descuella por encima de todo el mundo. Según ciertas tradiciones está hecha de un bloque único de esmeralda que confiere al cielo su color. El héroe islámico que cumple la Búsqueda santa del Reino de Alá se dirige hacia Qâf donde el camino, siendo horizontal, se transforma en vertical y asciende hacia Dios. Ni sol ni luna iluminan esta región, pues basta la luz de esmeralda para llenar de esplendor las ciudades que allí se agrupan: Iabalsa hacia Oriente, Iabalqa hacia Occidente y Hûrqaliyâ, situada por encima de ellas y que da nombre a toda la región. Mohyiddîn Ibn Arabi la llama Ardu-l-Haqiqah, "Tierra de la Realidad", lugar en el que Dios (entre cuyos nombres está el de al Haqq: "el Real") se revela. En esta tierra espiritual se encuentran los modelos trascendentes de todo lo que existe y, por tanto, se le llama también 'alam al-mithal, "Mundo del Modelo". Para llegar a la Isla Verde es preciso viajar por cuatro mares en medio de las Tinieblas cruzando regiones ubicadas en un mundo que se oculta más allá de los sentidos ordinarios y del estado de vigilia y de sueño. Sólo quien ha dado con la Fuente de la Vida, al cabo de la Búsqueda, puede entrar en la Tierra de Esmeralda.

El simbolismo en sí es suficientemente transparente: se trata de un iter iniciático recorrido en la interioridad de la conciencia a través de varios estados del ser. La noche ha de entenderse aquí en el sentido místico, como des-condicionamiento total de la conciencia respecto de los sentidos y de la razón profana . Cuatro es el número de la tierra, de la materia que es necesario penetrar y conocer para conseguir la Ciencia de lo Real, es decir la Sabiduría divina.

La "Fuente de Vida" corresponde a la "Fuente Salvaje" de la que habla Wolfram von Eschenbach en el Parsifal y a la "Fuente de Enseñanza" de los Fieles de Amor(ver Historia de los Grandes Maestres, Códice Orden Bonaria).

También guarda relación con la Fuente de Mímir (Mímisbrunnr) a la que llega Odín tras el sacrificio "de sí mismo a sí mismo" efectuado sobre el Eje del Mundo en nueve noches, y después de sacrificar un ojo. También en este caso, como en la aventura del celta Conn, el recipiente que contiene la bebida de sabiduría y poder -aquí una fuente de hidromiel, allá una copa llena de "cerveza roja"- está asociado a la lanza. Odín realiza el autosacrificio "atravesado por una lanza".

Por último, tal Fuente de Sabiduría corresponde al agua que Dante bebe en el Paraíso Terrestre antes de obtener la visión de los ojos de Beatriz .

La tierra de la región de Qâf está hecha con el mismo barro con el que se formó a Adán y es la tierra del Paraíso Terrestre que se ha escondido a causa de la decadencia de la conciencia humana. El creyente debe recorrer el camino marcha atrás, debe transformar el barro natural de su cuerpo en cuerpo de resurrección, el barro corruptible en sustancia esmeraldina del Paraíso Terrestre. En suma debe readquirir el Cuerpo del Adán primordial (Adam Qadmon) tal como era éste antes de la Caída.

Con esta revisión de símbolos se constata que las nociones de Geografía Sacra convergen con los símbolos de la Alquimia interior: se trata de transformar el cuerpo en Cuerpo de resurrección, en materia vivificada por el Espíritu . La Piedra que podrá obrar la transformación se esconde en las profundidades del "barro" natural del cuerpo: la Piedra es el medio iniciático, el-iksîr, que Dios ha ocultado en el corazón del fiel. Se ha visto anteriormente que el lapsit exillis de Eschenbach es interpretable como lapis el- iksîr en un contexto simbólico que compara al Grial con la Piedra de transmutación, la cual, siguiendo a Eschenbach, está entallada en esmeralda.

La esmeralda es la piedra del conocimiento trascendente. En la Alquimia es la Piedra de Mercurio: se decía que Hermes Trismegisto había grabado en esmeralda la Tabula Smaragdina que contenía los más hondos secretos del Cosmos. En el Islam la esmeralda es la Piedra de la Luz Verde de Alá, rayo de la Ciencia secreta. El verde, el hecho no es casual, es el color sagrado del Islam.

Los Santos del Islam, en el paraíso, visten de verde. Verde era también la capa de Mahoma y verde es la bandera del Islam. De manera similar, escrito está en el Apocalipsis (Ap 4, 3) de San Juan que alrededor del trono de Dios se extiende, envolviéndolo, un arco iris de color esmeralda.

Téngase presente que en la Alquimia el fuego sagrado, espíritu viviente y luminoso, es un cristal translúcido verde que se derrite como la cera: "...es de esto de lo que se sirve la Naturaleza soterradamente, por todo aquello que el Arte transforma" .

Para el Caballero islámico, la Gran Guerra Santa, la batalla por el Conocimiento y la conquista de la verde Montaña de Esmeralda, pasa a través de la Pequeña Guerra Santa y la efusión de la sangre: "El Paraíso yace a la sombra de las espadas". De modo semejante, el camino del Grial se despeja con las armas empuñadas, aun cuando hayan de deponerse luego, y la batalla se interioriza ejercitándose en las virtudes y aptitudes interiores.

Lo dicho hasta aquí es suficiente para presentar el capítulo siguiente, pero consideramos útil concluir estos breves apuntes con una nota sobre la Geografía Sacra de los Aztecas y de los Toltecas que ofrece significativas correspondencias en lo que toca al recuerdo de una sede originaria, su nombre, el origen de la función real derivado de ella y el color que se asocia a ella (el blanco y el verde).

Afirmaban los Aztecas que provenían de Aztlán, que tiene por signo jeroglífico una montaña blanca. Entre los Toltecas, Tollàn o Tula era una ciudad de la que quedan vestigios a un centenar de kilómetros al norte de Ciudad de México. En ella reinó el rey-sacerdote Nacxitl Topiltzin Quetzalcóatl ("Serpiente Emplumada Verde").

Pero la Tula arqueológica era un centro derivado de la legendaria Tula o Tollàn, país en el que abundaban las riquezas y las comidas y donde las cosechas de maíz, algodón y cacao brotaban espontáneas y con prodigiosa grandeza.

A su muerte Quetzalcóatl fue quemado y de sus cenizas surgieron por encanto aves espléndidas. Su corazón, depurado de las llamas, subió al cielo transformándose en la Estrella de la Mañana. La piedra consagrada a Quetzalcóatl era la esmeralda (quetzalitzli), asociada al ave quetzal, de largas plumas verdes, y a la dirección astronómica de Oriente.

Los Aztecas derivan su nombre de Aztlán, su mítica sede originaria. Muchas tradiciones indígenas sitúan Aztlán en un lugar desconocido, una tierra lejana ubicada al Norte de Tenoxtitlán (actual Ciudad de México). Otros la sitúan en Occidente o en el Noroeste . La etimología del nombre es clara en lo que se refiere al sufijo -tlan que indica "lugar de", "lugar junto a". A pesar de los múltiples intentos que se han hecho por explicar la primera parte del nombre (az-), nadie ha podido resolver definitivamente el problema, de modo que "el significado de la palabra aztlán es (...) intraducible, si bien la idea general es que debe guardar relación con la idea de blancura y con un ave blanca (áztac)" .

Como el emperador romano Constancio Cloro, que deseaba realizar una expedición a Thule, el rey azteca Moctezuma el Viejo deseaba saber "dónde habían vivido sus ancestros y qué forma tenían esas Siete Grutas tan mencionadas en las relaciones de sus historias" . Así pues, le pidió a su hermano que enviase a lo mejor del ejército a esa región. Tlacaéllel, su hermano, respondió que no se trataba de un asunto militar sino de un problema religioso y, en segundo lugar, dijo que nadie sabía dónde quedaba Aztlán. El rey reunió a sesenta ancianos, dotados todos de poderes mágicos y de videncia, para que encontraran el lugar y vieran si todavía vivía la madre de Huitzilopochtli, el dios que había guiado la migración de las tribus aztecas. Los sabios se dirigieron a Tula, capital de los Toltecas y del rey divino Quetzalcóatl, pero allí perdieron todo rastro de los lejanos caminos transitados por los ancestros provenientes de Aztlán. Llegados a lo alto de la "Montaña de la Serpiente" (Coatépec) haciendo uso de sus poderes mágicos se transformaron en aves y fieras y, de esta manera, llegaron a orillas de un gran lago donde fueron recibidos por un sacerdote de la diosa Coatlicue ("Saya-de-Serpientes"), la Tierra, madre de Huitzilopochtli. En el centro del lago se elevaba una montaña de fina arena donde, en una gruta, hallaron a Coatlicue. Ésta, desde que su hijo había partido, se había sometido a ayuno y mortificaciones aguardando su retorno triunfal a Aztlán. Visitaron la ciudad de Aztlán, habitada por gentes que hablaban su mismo idioma, el nahuatl, y, aún en forma animal, volvieron a Tula donde recuperaron su aspecto humano. Sólo cuarenta ancianos lograron regresar a la corte de Moctezuma, veinte desaparecieron en el trayecto asesinados por animales más fuertes que ellos .

"Este episodio, si bien atestigua el deseo de los jefes mexicanos de conocer el secreto de sus propios orígenes, documenta a la vez su ignorancia en la materia. Existe un origen tribal, pero es mítico y concierne al conocimiento teológico. Y este viaje chamánico realizado en grupo hacia las profundidades de la memoria colectiva sirve para poner de manifiesto la naturaleza profunda de Aztlán; el origen de los Aztecas es una utopía a la que ningún camino humano conduce. Sólo recurriendo a la metamorfosis los magos han podido alcanzar su objetivo. No obstante, una vez recuperado su aspecto humano, son incapaces de indicar a Moctezuma el camino de Aztlán. Depositarios de una visión privilegiada, sólo pueden ofrecer la descripción de una imagen".

Las características de Aztlán son: la pureza; la extrema lejanía y el hecho de ser inalcanzable con medios humanos; el hecho de ser una isla situada en el centro de un gran lago, o una montaña rodeada de agua; la presencia, en la montaña, de una gruta de la que brota un manantial que alimenta un río; la abundancia de la vegetación y la riqueza de la agricultura de las gentes que allí viven; el hecho de ser la patria originaria de los Aztecas; la ciudad está dividida en "comarcas" cuyo número varía según las fuentes escritas.

Muchas son las características que recuerdan en gran medida las de la Isla Blanca (Thule, Tierra de los Inmortales) como para tratarse de meras coincidencias. Evidentemente, se trata de un mito común a las más diversas tradiciones. ¿Por qué? ¿Tan arcaico es el mito que llega a América con las migraciones de los cazadores asiáticos hace no más de diez mil o doce mil años? ¿Es la manifestación de un "arquetipo"? En ese caso se trata del origen sacro nórdico o nórdico-occidental en una tierra que luego desaparece bajo las aguas (o se vuelve inalcanzable, lo que representa una equivalencia en el plano simbólico), un arquetipo que formaría parte de la estructura misma del pensamiento religioso del hombre.