Wednesday, November 02, 2005

EL JABALÍ, EL OSO Y EL REY ARTURO


En la tradición india, el actual ciclo cósmico (Kalpa) llamado "Ciclo del jabalí blanco" (Çwêta-varâha-kalpa), en particular la parte actual del ciclo (manvantara), se inicia en la tierra hiperbórea, o Isla Blanca, que también se conoce como Varâhi, o sea "Tierra del jabalí".

La forma sánscrita del nombre del jabalí deriva de la raíz var-/vri- que tiene el sentido de "ocultar". De la misma raíz desciende el nombre de Varuna, aspecto no manifiesto de la divinidad suprema incognoscible e invencible.

Vishnu, con la apariencia de un jabalí, dio origen al presente ciclo haciendo que la tierra emergiese de las aguas y ordenándola.

En la cultura celta, se asociaba a los druidas con el símbolo del jabalí. Con ello, el mito se proponía dar a conocer el origen anterior a su tradición: el centro de irradiación espiritual situado en la Isla Blanca, la patria de origen de los Tuatha dé Danann. (ver genealogía de Maestres Orden Bonaria).

Para los Celtas, alimentarse ritualmente de la carne del jabalí con ocasión de la fiesta inaugural del año era absorber la potencia divina mediante el alimento del sacrificio y representaba simbólicamente un retorno al origen de la tradición: la Isla Blanca.

El mes de la hiedra -del 30 de setiembre al 27 de octubre- vinculado a la letra G del alfabeto ogámico (gort = hiedra) era también el mes del jabalí y de los banquetes en que se consumía su carne. En el texto Kulhwch y Olwen , una de las primeras fuentes sobre Arturo, el rey se presenta como el cazador de un jabalí llamado Twrch Trwyd, o Trwyth (de twrch = porcum). Según el texto, ésta fue la mayor caza del jabalí en la isla y se extendió hasta el Gales del sur y a Cornualles. Twrch Trwyth era un rey transformado en jabalí.

El jabalí con que se alimentan los héroes caídos en combate, entre los Germanos, desde el punto de vista del símbolo, equivale al símbolo celta de la llegada a la Isla Blanca. Significa el retorno a la plenitud y a la inagotabilidad del Ser: el jabalí del Valhala, Sahrimnir, aunque desmembrado, se regenera continuamente para servir, junto con el hidromiel, de alimento para los escogidos.

"Andhrimnir ha cocido, en Eldhrimnir,
y hervido a Sahrimnir,
el mejor de los jabalíes, mas pocos saben
de qué se alimentan los héroes" .

Recordemos con este fin que una de las características del alimento que proviene de la Isla hiperbórea es, precisamente, que no se agota, rasgo que también tiene que ver con la Copa celta de la abundancia y, luego, con el Santo Grial.

En el Edda el jabalí Gullinbursti ("Cerdas-de-oro") o Slídhrugtanni ("Colmillos-cortantes") aparece en relación al rey de la Edad de Oro, Freyr, cuyo carro arrastra. La Ynglinga Saga llama a la Edad de Oro en que reinó Freyr "paz de Frodhi" cuyo nombre expresa al mismo tiempo "paz" y "sabiduría": dos características de la Edad de Oro; de hecho en antiguo islandés frodhr es "sabio" y a Frodhi se le llama "fecundo de paz" .

La edad de Freyr-Frodhi -bajo el signo del jabalí- se cierra con el advenimiento de Yrsa, "Hijo de la Osa" (del latín ursa), el rey que inaugura el ciclo siguiente, bajo el signo del oso guerrero. Y las diosas que hacen girar la rueda del molino cósmico cantan:

"Seguimos moliendo: el hijo de Yrsa,
nieto de Halfdan, se vengará de Frodhi"

El jabalí representado en las insignias de guerra celtas y en los yelmos (también entre los Germanos) simbolizaba la potencia numinosa y protectora de la divinidad sobre el ejército o sobre el guerrero. Dice Tácito de los Estíos, población afincada a orillas del Mar Báltico que rendía culto a una figura de diosa-madre (mater deum): "Llevan imágenes (formas) de jabalíes como amuletos religiosos que, en lugar de armas y de toda clase de defensa, aseguran protección al devoto de la diosa, incluso en medio de los enemigos" (Germ. 45).

El jabalí era el animal heráldico de Merlín así como el oso lo era de Arturo. El nombre Arthur deriva del celta arthos (griego árktos, sánscrito arkshas) "oso". Nenio (comienzos del siglo IX) traduce el nombre de Arturo al latín por ursus horribilis.

El análisis de dos mitos griegos en los que aparece el tema de la "caza del jabalí" ayudará a esclarecer su simbolismo posterior.

4.1 El jabalí de Erimanto

El monte Erimanto estaba consagrado a Artemisa lo mismo que el Taigeto . Cuando las gentes de un país ofendían a la diosa, ésta mandaba en castigo a su jabalí. Los campesinos de Psofis pidieron ayuda a Hércules, el cual cruzó el país de los Centauros, en los bosques de Folo, que comían carne cruda y eran de la misma naturaleza que los Lapitas. Folo, el centauro, abrió una gran orza de vino, regalo de Dioniso. Los centauros lo bebieron pero, no estando acostumbrados al vino, se emborracharon. De pronto estalló una risa que se propagó. Hércules siguió a los Centauros con sus flechas hasta el Cabo Malio, donde Quirón, el más sabio de los Centauros, permanecía retirado huyendo de los Lapitas de Tesalia. Una flecha destinada a Élato, después de atravesarle el cuerpo, se hundió en la rodilla de Quirón que, aunque mortalmente herido, por su naturaleza no podía morir. Quirón se apartó a una caverna hasta que se ofreció a Zeus en reemplazo de Prometeo, quien fue liberado a cambio de la muerte del centauro. También Folo murió; Hércules volvió a Erimanto, capturó al jabalí y lo llevó a Micenas, donde el rey Euristeo, aterrado, se había refugiado en un tonel.

Hasta aquí el mito. Si penetramos en el significado lingüístico de los nombres de lugares y protagonistas, se entenderá mejor el valor simbólico de esta empresa de Hércules. Psofis, el nombre de la región cuyos habitantes habían ofendido a Artemisa desatando su ira, deriva de psófos, "ruido", "estruendo" y psophéo "yo siseo". "Psofis", pues, expresa la idea de un tumulto caótico, un desorden cuya naturaleza se opone a la serena armonía expresada por las figuras de Artemisa y Apolo. Erimanto, consagrado a Artemisa, contiene en la primera parte de su nombre la idea de "defensa", eryma, y se contrapone -idealmente y en los hechos del mito- a la idea de caos expresada por "Psofis". Hércules, para conquistar el jabalí (al que no mata), debe combatir contra Centauros y Lapitas, que por otra parte son enemigos proverbiales de Apolo. "Centauro", de kéntauros deriva de kentao, "yo hiero", y también "excito", y "Lapitas" (Lapíthai) de lapízo que significa "me enorgullezco", "me jacto de". Ambas figuras míticas, entonces, expresan la idea de impetuosa y desordenada fuerza, de indómita pasión, expresada también en la alegoría de una naturaleza humana que no se ha liberado de la condición animal del caballo (el Centauro es hombre y caballo) y es esclava de la hybrís, contrapuesta, en el arte, a la serena luminosidad ordenadora de Apolo, como en el frontis del Templo de Zeus en Olimpia donde contra la mano extendida del dios se quiebra la embestida descompuesta de un centauro. Sometidos a la prueba del vino -don y sangre de Dioniso- los Centauros se embriagan y pierden el sentido, Hércules permanece sobrio y dueño de sus fuerzas. La lucha contra Centauros y Lapitas no es casual en este mito, antes bien es premisa indispensable para que el guerrero pueda alcanzar al "jabalí": expresa su victoria sobre su naturaleza inferior, sobre su propia hybrís personificada por las legendarias figuras.

También en este mito se advierte la presencia de un tema común a las diversas culturas de la familia indoeuropea, desde la India védica hasta los Celtas, el de un poder guerrero-sagrado y restaurado (a través de sus empresas Hércules ganará la inmortalidad) que reemplaza un poder sacerdotal anterior, expresado por el símbolo del jabalí. En el caso de Hércules, no es el oso sino el león, de cuya piel se viste, el emblema de tal función. Se notará también la presencia del tema del "golpe doloroso": la empresa de Hércules tiene como consecuencia la herida e invalidez de uno de los más ilustres preceptores de dioses y de héroes, Quirón, ya maestro de Cástor y Pólux, de Asclepio, de Aquiles. Es el final de un ciclo. Quirón, el inmortal sabio de una edad de semidioses, pedirá morir para la liberación de un hombre, Prometeo, aquél que desafió a los dioses, ofreciéndose como víctima reparadora de la hybrís de aquél. Quirón tiene un nombre de significado ambivalente, nombre de sabio y de héroe, si deriva de cheíron que significa "el vencedor", "el subyugante", pero nombre infausto si procede de cheíron, "el peor" (comparativo de kakós). Ambivalente como la naturaleza de los Centauros y, más en general, como la naturaleza de la guerra y del guerrero: el Centauro es un hombre impulsado por una poderosa naturaleza inferior, un hombre-caballo. El caballero, en cambio, es un hombre a caballo.

4.2. Meleagro y el jabalí

En este mito, que en sentido general evoca el de la caza al jabalí de Arturo, el protagonista principal es Meleagro, "Aquél que se dedica a la caza", hijo de Altea (althaia, malvavisco), esposa de Eneo, rey de Etolia ("el del vino" de oinos, "vino"), y de Ares, dios de la guerra .

Eneo olvidó ofrendar un sacrificio a Artemisa y la diosa, enfurecida, mandó un enorme jabalí para que destruyese las viñas de Eneo. Se unieron hombres de distintas ciudades para vencer a la bestia pero ésta mató a muchos de ellos y los sobrevivientes, por obra de Artemisa, acabaron por matándose unos a otros. Anceo ("aquél que estrangula hasta ahogar", de agko, "estrangulo"), uno de los guerreros que se lanzaron a la caza del jabalí, se enfrentó al animal blandiendo un hacha de dos hojas (lábris) y vestido con piel de oso. También él fue muerto por el jabalí . Quien también tomó parte en la caza fue Atalanta, joven guerrera hija de Jasón cazador de Creta, o de Esqueneo ("el de los juncos": los pantanos estaban consagrados a Artemisa). El padre de Atalanta hizo que ésta, recién nacida, fuera expuesta en el monte Partenio (de párthenos, "virgen", uno de los atributos de Artemisa) y allí la niña fue criada por una osa, animal consagrado a Artemisa cuyas vírgenes eran llamadas arktai, "osas". Tal vez la propia Artemisa, en los orígenes, era identificada con la osa . Cuando Atalanta entró a la caza, Meleagro se enamoró de ella. Al sexto día Atalanta logró atravesar al jabalí y Meleagro acabó con él. Surgió entonces una disputa por la división de los restos del animal, cuya piel y cabeza tocaban por derecho a Atalanta. Meleagro mató a los hermanos de su madre y ésta, invocando a las Erinias, pidió la muerte de su hijo. Dos versiones narran la muerte de Meleagro: según la primera, la madre Altea echó al fuego el tizo medio carbonizado que se había sacado de la hoguera al nacimiento de su hijo porque la Moira Átropos había cantado que éste viviría como aquel tronco; la segunda narra que fue Apolo quien con sus flechas mató a Meleagro.

Hasta aquí el mito. Una vez más surge el contraste entre Artemisa y los hombres, esta vez porque uno de ellos no respeta el derecho divino en relación a la diosa. Una vez más, entre aquéllos que ofenden a la diosa aparece el elemento dionisíaco del vino y el tema del castigo, en este caso dirigido a la fuente del poder de Eneo: sus viñas. El jabalí de Artemisa, en vano desafiado por un guerrero que lleva puesta una piel de oso, es derrotado, paradójicamente, por una antigua adepta suya al cortejo sacro, Atalanta, cuyo nombre, de atalánte, significa "la que es igual", "la del mismo peso", nombre referido quizás a la fuerza que la hacía semejante a un guerrero. Y, una vez más, es el "oso" -en la persona de la muchacha guerrera criada por la osa- quien se opone al "jabalí" y lo vence con la ayuda de un hijo de Ares, Meleagro.

Por su parte, Atalanta ya había ofendido gravemente a la Madre de los dioses, "la Gran Artemisa" con un gesto sacrílego: había copulado en su templo con Hipomenes, cuyo nombre significa "Ímpetu-de-corcel" y por tal razón había sido castigada junto a su amante. Ambos fueron transformados en leones y sometidos al yugo del carro de la diosa. En este mito no son los Centauros quienes personifican el elemento hostil a la esfera Apolo-Artemisa, sino un hombre cuyo nombre remite a una característica -rica de sentidos- del Centauro: el ímpetu desenfrenado del caballo. El caballo en su sentido telúrico. Si en el mito anterior la empresa había contribuido a la deificación de Hércules, aquí conduce a Meleagro a la locura y a la muerte. Y es significativo que sea Apolo quien lo mata en una de las versiones del mito. Aun más: en el mito anterior no matan al jabalí sino que lo atrapan, aquí en cambio lo matan.

4.3. El oso y el "rey-oso" Arturo

Volviendo sobre el tema de Arturo y el oso, la relación entre uno y otro posee, además de un sentido guerrero, ligado a la fuerza y a la audacia, uno simbólico que toma por el hecho de vivir en regiones frías, "árticas" (de árktos). El oso, como se ve, también guarda relación con soledades salvajes, con el invierno, el Norte (que en griego se dice árktos) y con la sede ártica (literalmente "osuna") o la Tierra Hiperbórea, por todo lo cual en Arturo ha de verse no sólo la figura de un rey guerrero (cristiano) que con la fuerza de las armas trae abajo un orden anterior, el druídico representado por el "jabalí", sino a un guerrero que instaura un nuevo orden y que se pone al frente de un nuevo ordenamiento espiritual -el que tiene por símbolos a la Mesa Redonda y a la Búsqueda- que se emparenta con la tradición primordial, expresada por el sentido "ártico" del oso y, en el firmamento, por la constelación de la Osa Polar. Que el oso, además del simbolismo guerrero, haya sido también investido con el simbolismo "polar", o hiperbóreo, lo demuestra, entre otras cosas, la identificación de Artemisa -figura por excelencia "apolínea"- con la osa. El verbo griego arktéuo (de árktos, oso) significa "me consagro a Artemisa" y se empleaba en referencia a un rito que las vírgenes atenienses celebraban antes de las bodas en las que, para presentar las ofrendas a la diosa, vestían un manto que imitaba el color del pelamen del oso.

Los Galos llamaban a la Constelación de la Osa cerbyrd Arthur: "el Carro de Arturo".

En consecuencia existe una puntual relación simbólica entre la realeza de Arturo, el oso y la isla Blanca. A continuación, algunos datos comparativos.

En la India a la Gran Osa se le llamaba sapta riksha, o sea "morada de los siete videntes", símbolo de la sabiduría de los orígenes y de la revelación primordial .

La estrella polar, por su posición, al centro de la bóveda celeste, inmóvil entre la salida y el ocaso de las constelaciones, se avenía bien para expresar la centralidad y la trascendencia del Eje del Mundo. Por eso fue convertida en símbolo de la Norma. Los Romanos al fundar las ciudades trazaban el eje cardinal, cardo (N-S), en la dirección del polo celeste .

El rey, en tanto detentor del poder trascendente -que en toda civilización otorga directamente la divinidad y que se reconoce luego por medio de signos reveladores de su presencia-, ocupa la posición central en la sociedad. El rex latino o el rig (rí) celta es etimológicamente "aquél que traza la recta dirección" , es decir, aquél que encarna la Norma: la revela y la realiza con el rito; la tutela y hace ordenadora de la sociedad mediante la ley; la afirma, si es necesario, con la justa guerra (bellum justum). El rey ocupa entre los hombres el puesto que entre las constelaciones ocupa la estrella polar.

A fin de reforzar el carácter de centralidad, considérese que la Mesa Redonda tenía doce asientos, además del asiento del "Rey-Oso", como alrededor de la faja zodiacal se disponen las doce casas del zodiaco, alrededor del inmutable eje signado por la última estrella de la lanza de la Osa .

En la miniatura gótica de un manuscrito titulado Lancelot du Lac, conservado en la Biblioteca de París (número 112), la Mesa Redonda se representa en forma de anillo. En el vacío central aparece el Grial, sostenido por dos ángeles.
Es importante, para la comprensión del sentido del símbolo, el hecho de que el centro de la Mesa Redonda esté vacío: la razón de ser de la caballería que preside Arturo es precisamente la conquista del Grial. Eso explica la posición central de la Copa. Y aun más: el mismo Arturo, en tanto rey, es manifestación de un Poder eterno e invisible. Desde un punto de vista ascético, asimismo, el vacío indica un determinado estado interior de calma, ecuanimidad e impasibilidad, un dominio del flujo desbordado de pasiones y pensamientos, en una palabra, de castitas (entendida como des-condicionamiento de las pasiones, del orgullo, del interés y superación del componente telúrico, y no sólo como mera "abstención de"). Castitas que es física y síquica y sin la cual no habría el presupuesto fundamental para que la Búsqueda fuera posible.

Por lo demás, el hecho de que los Caballeros de la Mesa Redonda no fueran solamente guerreros sino exponentes de la Caballería Celestial, culmen y meta de la ascesis "gibelina", queda dicho claramente en la Morte Darthur de Sir Thomas Malory donde se lee que los Caballeros de Arturo "se sienten más bendecidos y dignos del mundo. Y dejan a sus padres, a sus parientes, a sus esposas y a sus hijos para seguir la Orden" .

Este pasaje esclarece aun más el sentido de ese poder, simbolizado por el oso, con el que Arturo está investido y que no es en absoluto la fuerza guerrera materialmente entendida sino estado de fruición de un Poder que viene de lo alto y que se manifiesta en el héroe y en el rey (como la alché homérica o el ódhr germánico) haciéndolos invencibles y dotándolos de fuerzas sobrehumanas en la batalla .

Arturo demostró que era soberano superando la prueba de la espada, la cual, hundida en un macizo de piedra cuandrangular, podía ser extraída sólo por el futuro rey. Esta espada es Excálibur, forjada en Avalón. Arturo supera la prueba asistido por Merlín. Éste, en céltico Myrddhin, está dotado de poderes extraordinarios y está tan ligado a la figura de Arturo que resulta difícilmente separable de él. Merlín representa el poder espiritual y Arturo el poder guerrero, de modo que es más apropiado hablar de un Merlín-Arturo, o Myrddhin-Arthur, como de un todo indivisible por haberse alcanzado la reunificación de dos poderes: sacerdotal y guerrero. Nótese que la narración de la prueba de la espada se corresponde estrictamente con la más antigua y originaria tradición celta y romana. Merlín se limita simplemente a asistir al futuro rey, sin conferirle poder alguno. Es Arturo quien por sí mismo supera la prueba. El sentido de ésta parece claro: se trata de extraer, de su entrañable unión con la materia (el macizo tetragonal de piedra, el elemento "tierra"), un poder de orden superior, la virilidad trascendente cuyo símbolo es la espada (correspondiente al elemento "fuego").

Este poder está ligado al Centro del Mundo, a la Isla Blanca, y es con ese poder que Arturo queda investido haciéndolo rey y portador del nombre de la estrella que señala el polo del cielo y su rol de rey entre los hombres.

La saga arturiana cuenta que el sobrino de Arturo, Mordred, usurpa el trono y se apodera de Ginebra, Mujer del rey . En la batalla que sigue a continuación Arturo vindica su trono pero es herido gravemente y transportado a Avalón. Allí nueve mujeres-hadas lo curan y, entre ellas, Morgana, "Nacida-del-mar".

Según Andrés el Capellán el reino de Arturo es defendido por gigantes que impiden el acceso y está separado del mundo por una vasta corriente que sólo a través de un puente peligroso puede cruzarse. Muchos de estos elementos aparecen también a propósito del Castillo del Grial, como veremos. El castillo de Arturo, por otra parte, está dotado de un movimeinto rotatorio (Avalón en la tradición celta es llamada también "Isla rodante" para indicar su posición polar).

En este castillo se custodia un recipiente sobrenatural, semejante a la "copa del otro Mundo" de los Tuatha dé Danann, que no alimenta a los cobardes y a los traidores, y que es calentado por el aliento de nueve damiselas.

En cuanto al "puente peligroso" se recordará que el tema aparece en otros relatos caballerescos. Se halla, por ejemplo, en la Historia de Guerrino llamado el Mezquino, de Andrés Jacob de Barberino (1391). Aquí el puente tiene un pie de ancho y está tendido sobre un abismo oscuro e insondable en cuyas profundidades truenan las aguas, en las entrañas de un monte. Guerrino, tras doblegar su terror, apoya el pie en el puente, que al instante se agranda permitiéndole el ingreso al reino encantado de la Sibila. El tema del puente que une el mundo de los hombres con el de los dioses, o de entidades no humanas, está difundido en las más diversas tradiciones y tiene orígenes antiquísimos.

Es uno de los mitemas presentes en las tradiciones chamánicas y guarda relación con el "viaje" del chamán al "otro mundo".

El castillo en el que se guarda tal copa es Caer Pedryvan, "que rueda cuatro veces", llamado también Caer Rigor, "Castillo Real"; Caer Colur, "Castillo Resplandeciente"; Caer Vediwid, "Castillo de los Perfectos"; Caer Vandwy, "el Castillo que está en lo alto" .

El episodio que cuenta cómo Arturo es herido y llevado a Avalón para que allí lo curen, se refiere a un periodo de ocultamiento o latencia del poder imperial.

El Imperio visible es herido pero no lo es el imperium(Teocracia), que se ha retirado a su Sede originaria, reabsorbido en el Centro espiritual del que emergerá nuevamente para la instauración de una nueva era.

La descripción de Andrés el Capellán acerca del reino de Arturo aclara bien que no se trata exclusivamente de un territorio geográfico, sino de un estado del ser. Los gigantes que bloquean el camino desempeñan un papel similar al de los animales dantescos de la "selva oscura". Representan el instinto y las pasiones ligadas a la "tierra" (una antigua etimología griega hacía derivar gigas, "gigante", de gê, "tierra"). Las pasiones, cuando no se doman ni reintegran en sólida síntesis con la virilidad interior, bloquean todo intento de auténtica realización espiritual.

La barrera de las aguas es comparable, desde el punto de vista simbólico, con el océano peligroso que hay que cruzar para llegar a la tierra Occidental de las manzanas de inmortalidad, y se refiere al control de las corrientes síquicas ("aguas", "olas"). En el símbolo, la navegación (Hércules, Jasón) es el equivalente de la Búsqueda y presupone una especial "ligereza" que resulta del des-condicionamiento de la materia y del instinto.

No nos detendremos aquí en el sentido de las "mujeres" de Avalón. Tan sólo diremos que las "mujeres" simbólicas representan en realidad el manifestarse, en diferentes grados y en distintas modalidades, de una única Potencia que despierta cuando llegan hasta su propia sede, es decir, a aquel estado del ser, simbolizado por Avalón, que corresponde a una reunión con la Fuente primera de la realeza, con la Potencia que crea la condición de rey. La misma potencia que los Celtas representaban con el semblante de una mujer fea que se vuelve hermosa cuando el rey designado se "une" a ella. En muchas tradiciones la investidura del rey adquiere el sentido de un hierós gamos, un connubio divino.

En el simbolismo griálico el rey posee la Copa y la Lanza. Los dos objetos sacros están indisociablemente unidos. La Lanza, como veremos, indica la virilitas (la virilidad) trascendente; la Copa equivale, en cierto sentido, a la Mujer de la Isla Blanca, con todas las implicaciones de las que el símbolo es susceptible.

Esta reunión o reintegración del rey con la propia mujer (o reina) significa, en realidad, la adquisición del estado de "androginia" espiritual por el cual el rey en una sociedad tradicional -y siempre que efectivamente se haya producido esta reintegración con la Potencia- nunca es sólo jefe político: es visto esencialmente como verdadero corazón que da impulso a todo el ordenamiento de la sociedad, a la armonía de las fuerzas y a los ciclos de la naturaleza. Esta función metapolítica del soberano, presente en las más diversas tradiciones, desde la china hasta la egipcia y la celta, se halla, inalterada, en la idea "gibelina" del Imperio.

Al Emperador cabe aplicar lo que, acerca de la función del rey arcaico, ha afirmado uno de los más autorizados estudiosos del mundo arioeuropeo: "En rex hay que ver no tanto al soberano cuanto a aquél que traza la línea, la senda que se ha de seguir, y que al mismo tiempo encarna lo que es Recto... El rex indoeuropeo es mucho más religioso que político. Su misión no es mandar, sino fijar las reglas, determinar lo que es, en sentido propio, recto" . En otras palabras, el Emperador cristiano es el vicario de Dios, de quien recibe el poder, para el ejercicio de la Justicia, pero el hecho de que él exista garantiza el justo ordenamiento del mundo. Éste, sin él, sería Tierra Baldía.

Diversas tradiciones refieren que Arturo yace en Avalón y que un día se habrá de manifestar de nuevo .

Sir Thomas Malory escribe: "Algunos dicen, en muchos lugares de Inglaterra, que el rey Arturo no está muerto, sino que por voluntad de nuestro Señor ha sido llevado a otra parte. Dicen igualmente que volverá... Afirmo no tal cosa, sino más bien que en algún lugar de este mundo su vida ha experimentado una transformación. Mas muchos dicen que sobre su tumba está escrito: Hic iacet Arthurus, Rex quondam Rexque futurus" . En el siglo XII los pobladores de Gales, de Cornualles y de Britania creían firmemente que Arturo no estaba muerto y que volvería para defender a su gente de los enemigos .

Según otras tradiciones más marcadamente cristianizadas, Arturo después de su muerte fue sepultado en Glastonbury , la "isla de vidrio", Ynis Gutrin en bretón, luego Glastiburi, y en latín Glastonia, a la que también se llamaba Avallon: "Glastonia, id est urbs vitrea etiam insula Avalloniae celebriter nominatur" .

Cierta vez los monjes de Glastonbury descubrieron un ataúd de roble enterrado a dieciséis pies de profundidad, que según ellos pertenecía a Arturo, y una inscripción gótica sobre una cruz de plomo de un pie de largo -que afirmaban haber hallado en el ataúd- que decía: "Aquí yace sepultado el famoso rey Arturo con Ginebra, su segunda esposa, en la isla de Avalón". Gerardo de Cambria vio la inscripción y la declaró auténtica . Sea como fuere, no parece aventurado ver en este episodio un intento de la Iglesia por poner fin a esa creencia relativa al futuro retorno de Arturo, que debía estar muy arraigada en la conciencia del pueblo.

Reclamaba la Iglesia que se reconociese que la isla había sido donada por Arturo. Sin embargo puede leerse en ello, además del significado meramente político, la trasposición intencional en el plano histórico de hechos esencialmente simbólicos: la muerte de Arturo significa, en realidad, un regreso suyo al Centro Supremo, en espera de una nueva manifestación. En otras palabras: el poder regio vuelve al regazo de la Iglesia, su otorgadora, mas no su generadora, pues esto último non est potestas nisi a Deo.


A propósito de la cercanía del nombre Arthur con la constelación de la Osa, es necesario hacer una precisión. Según una tradición china el nombre de "Balanza" se empleaba antiguamente no al signo zodiacal Libra sino al complejo de la constelación de la Gran Osa que formaba los dos platillos de aquélla que en China era llamada "Balanza de Jaspe" refiriéndose, la piedra de jaspe, a la más sublime de las perfecciones y, por ende, al simbolismo espiritul del Polo del Cielo. Cotéjese esta tradición china con la traducción del término sánscrito Tulâ, "balanza", nombre que en la India designaba el signo de Libra en el zodiaco, pero que tiene asimismo una evidente semejanza, por no decir fonética idéntica, con la Thoulè hiperbórea de los Griegos.

En el zodiaco de Glastonbury, inmenso templo estelar que representa la posición de las constelaciones mediante dibujos hechos con piedras alineadas en el terreno, la posición del polo celeste la ocupa no la Osa, como esperaríamos, sino la cabeza de una serpiente, representación del "Dragón Celeste". De igual manera en Glastonbury está ausente la balanza, prueba evidente, según Guénon , de que el complejo estelar de Glastonbury debe de remontarse a un periodo muy antiguo en el que la denominación de Libra todavía no había sido transferida al zodiaco sino que designaba el Polo celeste.
Nótese, a propósito del Dragón polar, que el padre de Arturo es Uther Pendragon.

Parece que la genealogía arturiana ha de entenderse en clave simbólica como una derivación del Oso a partir del Dragón, es decir como la continuación de una función "polar" de soberanía nunca interrumpida.

Al padre de Arturo lo llamaban "rey de las tinieblas" , en el sentido no de un poder infernal sino de una soberanía terrible y misteriosa (similar a la del dios hindú Varuna, tan unido a la tradición Bon, y a la svástica tibetana). Él era señor de la guerra, tenía por escudo el arco iris y presentaba características sobrenaturales: se transformó en nube para engendrar a Arturo; y de esta forma a éste lo llamaron "hijo de la nube". Y así como el rayo es disparado de la oscura entraña de la nube, del mismo modo Arturo es manifestación regia de un Poder eterno e indiviso. Como Uther, su padre, había sido soberano y Druida, así Rey y Druida aparece en su endíadis de Arturo-Merlín: Arthur-Myrrdhin.

El dragón, que contiene en sí el fuego y el rayo y que propicia la lluvia en la China, es símbolo del Emperador y también entre los Celtas asegurar el buen éxito en la guerra y en la fertilidad era parte de las funciones del rey. El dragón rojo es el emblema de Gales. El dragón blanco lo es de los Sajones. El Mabinogion relata la lucha entre los dos dragones que hoy, ebrios de hidromiel, se hallan sepultados en un arca de piedra en Oxford. El dragón, además, es expresión de un poder espiritual de altísima intensidad que emana de la mirada y que puede petrificar o fascinar a la víctima. Ése es el significado del étimo mismo del nombre "dragón", del griego drákon que deriva de dérkomai, "miro intensamente".

A su muerte, Arturo, según algunas tradiciones, es transportado a Avalón, según otras es llevado a la constelación que le sirve de carruaje. En ambas versiones del mito idéntica es la sustancia del símbolo: el Poder Imperial, descendido del Cielo (o del Centro hiperbóreo que es hipóstasis del Centro Celeste), cuando se retira de la tierra regresa al Mundo Invisible de los Arquetipos eternos. Allí espera la ocasión propicia para manifestarse de nuevo entre los hombres.
Análogo sentido presenta el mito de Rómulo, rex et sacerdos, asunto en el cielo mientras pasaba revista a las tropas dispuestas a orillas del Pantano de la Cabra, en una comarca de Roma. Sea que se trate de Avalón, o del Cielo, o de montañas mágicas como Wunderberg, Kronburg o Kyffauser; sea que se trate de Arturo, Rómulo, Carlomagno, Olgier, Barbarroja o Federico II -personalidades en torno a las cuales se tejió el mito-, lo que importa destacar es el sentido profundo, metapolítico, del mito mismo: el Imperio puede hacerse invisible pero debe volver a manifestarse al final de los tiempos y de la historia.

Este "final" se hace coincidir con un nuevo principio: con la irrupción de lo sagrado, con la instauración de un Reino y de un mundo en el que el tiempo deja de ser la dimensión fundamental de la historia del hombre. La renovatio imperii coincide con la renovatio temporis. En la visión escatológica medieval, el Emperador volverá a encabezar las filas de los fieles para exterminar a los seguidores del Anticristo y para poner fin al reino de la Bestia.