Thursday, October 27, 2005

EL CIERVO.-


En Grecia era animal consagrado a Apolo y a Artemisa. Algunas estatuas griegas presentan al cervato en la mano derecha de Apolo .

En las tradiciones arcaicas, especialmente entre los pueblos de Europa septentrional, se asociaba al ciervo con el fenómeno del sol de invierno: con su gradual desaparición y su gradual resurrección y victoria después del solsticio de invierno. El ciervo perseguido por los lobos es imagen del sol moribundo.

Los Hititas celebraban en primavera una "fiesta de los cuernos" para saludar el despertar de la vegetación, pues veían que los cuernos del ciervo se parecían a las plantas que en invierno desaparecen y en primavera florecen. El ciervo desprovisto de cuernos es imagen del sol invernal presolsticial, mientras que, engalanado por la encornadura, es imagen del sol triunfante (en este caso las ramificaciones de los cuernos se comparan con los rayos solares).

Desde la más alta antigüedad los cuernos de los ciervos han expresado un arcano poder de resurreción: es sabido que en sepulturas paleolíticas se ponían cuernos de ciervo junto a la cabeza del muerto.

En una estatuilla de bronce de la cultura de Hallstatt se ve una imagen humana de pie entre los cuernos de un ciervo, lo que indicaría quizás la continuidad de la vida tras la muerte, o su "regreso".

El símbolo del ciervo como animal relacionado con el regreso heroico a la Isla de los Bienaventurados perdura largamente en las narraciones épicas de los celtas.

En una de sus empresas, Hércules persigue a la cierva Cerinea ("Cornuda"), la de los cuernos de oro y las patas de bronce. Esta cierva era de Artemisa, aunque ha de entenderse como una de las metamorfosis animales de la diosa (la otra era la osa). Hércules la persigue por un año entero hasta la Tierra de los Hiperbóreos, en el extremo norte del mundo, sin llegar a alcanzarla.

Así como Apolo dio muerte a la serpiente Pitón, del mismo modo el ciervo, en la espiritualidad precristiana y, luego, en el medioevo cristiano, es tenido por implacable enemigo de las serpientes, a las que caza y destruye. En los primeros siglos del cristianismo, el ciervo blanco fue el emblema del Cristo.
La leyenda de San Eustaquio cuenta que éste, que había sido pagano, se convirtió por una aparición milagrosa del Cristo en forma de ciervo durante una excursión de caza. El Salvador se presentó a Eustaquio, que era guerrero y se llamaba Plácido, bajo la forma de un gran ciervo blanco. Éste le habló y se transformó en luz resplandeciente y entre los cuernos tenía una cruz que irradiaba una luz enceguecedora.

En los relatos del Grial reaparece el ciervo en un significativo episodio: los caballeros Galaad, Parsifal y Bohors en compañía de la doncella "Que-no-miente", buscando el camino piden que el Cristo los guíe. Ante ellos se aparece un ciervo blanco precedido por dos leones y seguido por otros dos. El ciervo blanco conduce milagrosamente a los tres caballeros y a la doncella por encima de las aguas que obstruyen el camino. Los tres caballeros siguen el cortejo maravilloso, llegan a un santuario en el que el ciervo toma apariencia humana y los cuatro leones se transforman en águila, hombre alado, león alado y toro alado. Éstos elevan el trono del Hombre, que no era otro que el Cristo, transportándolo hacia lo alto y desapareciendo de la vista a través de los vitrales del santuario .

En este episodio claramente simbólico, el Cristo y los cuatro Evangelios se presentan bajo el velo de alegorías ante el caballero Cristiano que emprende la Búsqueda como el sendero seguro que se ha de seguir para llegar al Santo Grial. La alegoría es transparente y lo era aun más en la época en que fue formulada: es necesario tener sinceridad de corazón (la doncella que-no-miente) y fe (pedir la guía del Cristo) para superar "las aguas que obstruyen el camino".

Considerando el valor simbólico del ciervo y sus relaciones míticas con la sede hiperbórea, no es ciertamente casual que en el episodio que acabamos de contar el Cristo se manifieste con aspecto de ciervo, y para ser más precisos con aspecto de ciervo blanco, animal hiperbóreo por excelencia, casi como queriendo enfatizar el origen de la Copa que proviene precisamente de Avalón y que está escondida en Avalón y su relación esencial con la Palabra de Verdad.

Aquí el ciervo blanco indica la condición particular de castitas del alma, que es requisito indispensable para que la Búsqueda tenga éxito, e indica también aquel estado de luz interior -para cuya obtención la castitas sirve de premisa- que es triunfo de la naturaleza superior sobre las corrientes que la humanitas arrastra, simbolizadas tradicionalmente por el fluir de las aguas desencadenadas y por la serpiente, enemiga y víctima del Cristo-Ciervo como lo había sido de Apolo-Ciervo.

El poder del ciervo de conducir indemnes por encima de las aguas en el episodio relatado, corresponde a una aptitud interior específicamente iniciática gracias a la cual puede rebasarse, permaneciendo incólumes, la esfera síquica para reunirse con la Vida del espíritu que se oculta más allá de la mente y del pensamiento y más allá de las pasiones del alma.

En la narración de la historia de Erec y Enida, de Chrétien de Troyes , aparece el tema de la caza del ciervo blanco ordenada por Arturo. Aquél que lo matare se ganará el derecho a darle un beso a la dama más bella de la corte, o de regalarle, según la versión galesa, la cabeza del animal. El complejo simbolismo del relato ameritaría un estudio aparte. Aquí nos limitaremos a señalar la relación entre caballero vencedor y dama, y entre héroe y "mujer" liberada en el curso de un combate, que hace alusión a una reunificación de dos principios en la persona del héroe victorioso. En los esponsales de Erec y Enida, que coronan la aventura, ha de verse una vez más -sub specie interioritatis- la reunificación de Sol y Luna; de espíritu y alma; de "Azufre" y "Mercurio".

En la novela de Tristán e Isolda se lee que el tío de Isolda, asesinado por Tristán en singular duelo, será cosido en cuero de ciervo para ser así sepultado .
Entre los Toltecas-Aztecas, el dios que descubrió primero el fuego fue Mixcoatl ("Serpiente-de-nubes"), dios del Norte que lleva puesta una máscara de ciervo.

Entre los indios Hopi (Arizona) la imagen sagrada del Sol se hacía de piel de gamo. Los indios de la Florida, en el siglo XVI, celebraban la fiesta del Sol poniendo piel de ciervo en la punta de un palo ceremonial, un ciervo -capturado en una cacería sagrada- cuya piel rellenaban de hierbas, adornaban con plantas y frutas y orientaban en la dirección de levante.