Thursday, October 20, 2005

EL SECRETO...


Es el secreto de la caballería el que infunde a los grandes poemas épicos de nuestra era su entusiasmo interior. Alejados, por un meritorio esfuerzo, de la densa incomprensión difundida por la crítica oficial de los tres últimos siglos, algunos comentaristas, escalonados a lo largo del tiempo, han intentado buscar por este lado la clave del secreto de la epopeya. La enseñanza vulgar considera que el poema épico, en virtud de su tradición y de la técnica del género, refuerza el relato de las hazañas bélicas con invenciones de un maravilloso más o menos convencional destinado a servir de
distración y de elemento decorativo. Lo que los espíritus alimentados con tales conceptos consideran maravilloso o fantástico, es una serie de extraño batiburrillo.

¿Cómo podrían comprender que Homero revela las causas y los efectos de las acciones humanas, tal y como las ve desarrollarse en el mundo sobrehumano en el que el Vidente contempla, el Adepto medita, el santo se exalta y el gran poeta respira?

¡Qué lamentable barbarie frente a esta antigua civilización que, en tales poemas
sabía venerar a las auténticas hierofanías! ¡Dichosa Italia por haber dado a luz a cuatro poetas, de muy diferente grandeza, que cada uno según su fuerza, han penetrado en el indispensable secreto!

Dante, Petrarca, Tasso y Ariosto, llenaron sus ojos con los reflejos de la verdadera luz.

A ellos se une Boccacio. Resulta indignante constatar que, en lengua castellana, francesa o inglesa, ningún poeta fue instruido en el secreto de la epopeya, pues, si Ronsard, este gracioso cantor del Carpe Diem, o Voltaire, este hombre de espíritu, ensayaron la obra épica el primero no nos inspira más que piedad y el segundo
Disgusto filosófico.

Aunque en la literatura española, el gran burlón “INICIADO” de los caballeros errantes, Cervantes, no permanecía ajeno en absoluto al secreto caballeresco puesto que, en Lepanto, había luchado al lado de los caballeros de Malta, y ciertos libros hablan de cierta iniciación en los secretos de los Caballeros Hospitalarios.

El gran siglo de la civilización europea, el XIII, ha dejado innegables testimonios de su
Grandeza; las catedrales y la Divina Comedia. Es en estos monumentos donde sobrevive el eco del secreto caballeresco. Dante, alcanza la madurez en los años del proceso contra los Templarios, del que sus versos profieren una furiosa resonancia. Está totalmente imbuido por el espíritu Templario. (VER GRANDES MAESTRES DE LA ORDEN BONARIA), y los Fidei de Amore.

Es el gran animador de esta Orden, San Bernardo, a quien escoge como revelador del supremo Misterio paradisíaco, cuando dice: "…tanto ch'io giusi L'aspetto mio col Valore infinito"
.
De este modo reconoce a los tres espíritus que le introdujeron sucesivamente en los tres
grados de su iniciación: Virgilio, Beatriz y San Bernardo.

Siguiendo un acuerdo secular, los pintores siempre dan a la imagen del gran Florentino la expresión tensa del que, en el mundo de la visión, es el visitante del infierno, y sobre la tierra el partidario vencido que doblega sus hombros de proscrito, bajo el peso del exilio. Jamás piensan en esclarecer su rostro con la mayor alegría que se le permite al hombre que es un artista: realizar su obra exactamente según su voluntad.

Por muy apasionado que sea, siempre es lo bastante dueño de su alma como para dar forma a la sustancia poética según su voluntad. Dirige el vuelo tenebroso de Pegaso hacia el punto preciso que se propone alcanzar. Es el único poeta que ha poseído totalmente esta voluptuosidad, solamente comparable a la de los grandes místicos. Al mismo tiempo, está:

Triste por haber probado voluptuosidades demasiado elevadas,
Amargado por haber conocido los secretos demasiado profundos.

Un estúpido tópico de nuestros días repite que Dante ha expresado los conocimientos y los conceptos de su época. Pero una de las necesidades del genio es sobrepasar las ideas y las modas de su tiempo y elevarlo a todas las ERAS.

Su pensamiento se sumerge en el mismo corazón de la realidad invariable. El hombre que piensa igual que su época, desaparece con ella. ¿Qué podría perdurar, en edades futuras, de un espíritu que aceptara las versátiles afirmaciones de las insignificantes doctrinas contemporáneas?

Dante que reprocha ásperamente a Felipe el Hermoso la destrucción de los Templarios, es, al igual que ellos, JOHANITA.

Dice pertenecer al "rebaño de San Juan", es decir, a una Florencia que figura en la geografía simbólica. En la ciudad terrestre de Florencia, pertenecía al partido de los Blancos, que de buena gana se volvían hacia los Puros, los Cátaros y los Bogomiles.

Veinte años antes de su nacimiento, en la ciudad del lis de gules, los Cátaros se habían adueñado del poder.

El águila, que es el pájaro de San Juan, es la que conduce al poeta a la región del Fuego , o sea a un cierto grado de iniciación (los masones que lean esto, ruego que se fijen detenidamente). De esta forma, el pájaro jupiteriano ha conducido a Ganímedes.

Además, el águila es el símbolo del elemento Fuego de los hermetistas. Si es ella quien, en la esfera de Júpiter le abre a Dante la filosofía del Misterio, también es ella quien la transporta a la región de los fieles de amor. Cuando en el ilustre soneto pide a "toda alma apasionada, a todo corazón generoso" acoger su signo de reconocimiento, los caballeros Fieles de Amor se apresuran a responder, como Guido Cavalcanti, miembro de una poderosa familia Cátara, a este ardiente joven.

¿Quiénes son? Aquellos que levantan sus miradas hacia la Venus Urania, cuya esfera es la de la retórica, es decir, la de la simbólica amorosa?

Recordemos aquí el último verso de la Divina Comedia, cuando el sujeto se ha elevado a la cima sublime:

"L'Amor che muove il sole e l'altre stelle" (*)

(*) N.T, El Amor que mueve al sol y a las demás estrellas.

Los Fieles de Amor “constituyen” una hermandad de adeptos dispersos, pero dispuestos a reconocer a los suyos, según el matiz de su inspiración. Por ello saludaron al joven desconocido que se revelaba a través del primer verso de la Vita nuova. El Romance de la Rosa, de forma simbólica, cuenta como su autor, Guillermo de Lorris, entró a formar parte del número, jamás limitado, de los Fieles de Amor, conocemos que la mística de la Rosa, es la mística de la resurrección de Nuestro Señor, y por tanto de su propia Sangre, ofrecida por la humanidad, ¿no hace el enamorado, consumido por la pasión entrega de una Rosa a su Amada.?

Tiene veinte años y estamos en primavera. Llega hasta el río de la Ciencia en el
que debe "lavarse bien y hacer relucir su rostro refrescado y lavado" a fin que fuesen eliminadas las suciedades del mundo vulgar. Entonces entra en el "vergel del Amor", vallado por una muralla alta y "cuadrada". ¿Acaso no es una fábula gibelina, que significa la tradición Imperial, del Templo de Salomón?, ¿No será la Verja de Roma?

De este mismo modo, antes de entrar en el Purgatorio, Dante lavó su rostro con el rocío
recogido de las flores por la mano de su guía Virgilio; pero cuando tuvo que acceder a los planos superiores, a la entrada del Paraíso bebió el agua de Eunoé, el río de la sublime doctrina.

Si eran muy pocos los que lograban llegar hasta Eunoé, más numerosos eran los que iban a la orilla del "río de la Ciencia".

Allí se bebía el Amor y allí saciaban su sed los Caballeros y las Damas deseosas del
"gai sçavoir". Según Ariosto, así lo hicieron Rolando, Renaud y Angélica. A pesar de tratarse de un tratado de alquimia, los críticos y los profesores consideran el Romance de la rosa como una obra puramente literaria. ¡ EL QUE TENGA OJOS, QUE VEA…!

Los Fieles de Amor son los buscadores de la "gaie Science", "gaya Ciencia", es decir,
aquellos cuyo espíritu evoluciona en la primera zona de los conocimientos iniciáticos.

El águila no les lleva hasta las cumbres. ¿Son acaso, como fustiga Aroux, Cátaros habilmente camuflados?

Aroux, realmente mucho más inteligente y perspicaz que el mediocre Ozanam, no ve más que lo que ven los espíritus sistemáticos, y liberales.

Para él, no solo Dante, sino cualquier caballero, cualquier poeta, cualquier gentil dama es Albigense, incluyendo al Caballero de la Triste Figura nacido de la imaginación de Cervantes.

A los Cruzados del Norte que entraban en la derrotada ciudad de Béziers y que preguntaban cómo distinguirían a los católicos de los Cátaros, el atroz legado Pedro de Castelnau les respondía con la célebre frase: "¡Matadlos a todos! ¡Dios reconocerá a los suyos!" .Cuantos Castelnau viven entre nosotros, en esta pútrida sociedad nuestra.

El vibrante erudito Aroux no es tan feroz, pero respondería: "¡Todos son Cátaros! Existen discriminaciones difíciles. La Iglesia de Toulouse reivindicaba como suyos a San Benito, San Pedro, Damián, Francisco de Asís, Bernardo, Tomás de Aquino, Buenaventura y a Cruzados como Cacciaguida, el bisabuelo de Dante; Roberto Guiscard; Godofredo de Bouillon, el Caballero del Cisne, y muchos más. Por otra parte en sus homilías sobre el Cantar de los Cantares, san Bernardo no rechazaba las doctrinas cátaras, solamente exhortaba a sus fieles a que se abstuvieran, y Tomás de Aquino jamás les ha atacado.

Inscribir a un Dante, en una secta, aunque su base fuera gnóstica, es como encerrar a un león en un cesto de mimbre.

El iniciado ha franqueado el umbral de las puertas de la Luz, aquél al que Eunoé proporcionó el agua del tercer bautizo, aquel que recogió el ramo de oro en el bosque sagrado, respeta todas formas dogmáticas y culturales a través de las cuales se han presentado a las masas las realidades ocultas.

Busca el ecumenismo en la creencia. Puede llegar a adoptar una, pero no le resulta imprescindible. Respira en una región en la que las fórmulas se marchitan, las herejías se asfixian y las ortodoxias se adormecen.

Los Fieles de Amor son una sociedad secreta como las que poblaron la Edad Media, pero estas sociedades están jerarquizadas, y estos Fieles ocupan el lugar más alto de la jerarquía; al igual que los maestros de obras que construyeron las catedrales donde se daban cita estos Filósofos del Fuego.

Llegaban a París desde todos los rincones del mundo para reunirse con sus cofrades el sábado, día de Saturno, en el atrio delante del cual una Catedral que no conocemos (I) guardaba los misterios de Notre-Dame, de la Madona de Dante, de Petrarca, de Marsilio Ficino, de Leonardo y de la Virgen celeste que también podía ser la suprema Sofía, ¡Ay! Terribles palabra estas! ¡ Ay TERRIBLE LUGAR ES ESTE ¡.

Las cofradías obreras de los compañeros también eran secretas y hubo reyes que intentaron ser admitidos en ellas.

(I) Fue destruida por un incendio. Solamente conocemos la que fue terminada por Viollet-Le Duc en el año 1858.

Estos Fieles han propagado por toda Europa una topología amorosa de la que los
trovadores nos han transmitido la gracia decorativa y las lánguidas apariencias, gracias a Leonor de Aquitania, y a su hijo el Rey Ricardo Corazón de León, que esta sociedad tan nuestra, simplemente utiliza como paradigma de la homosexualidad, sin penetrar en su gracia caballeresca, y su energía en Jerusalén.

Al trovador cátaro Pedro Vidal, se le apreció un día un joven caballero, resplandeciente de joven belleza, coronado de rosas y de zafiros, que iba montado sobre un palafrén cuyo pelaje tornasolado brillaba como la garganta de las palomas torcaces. Éste le dijo:

"Pedro Vidal, ¡yo soy el Amor!, esta dama que me acompaña es Gracia, esta damisela es Pudor y este escudero, Lealtad!".

En el sur de Francia y en Italia es donde la caballería amorosa afirmó sus alegorías, de las que supo mantener la elegante fuerza bastante tiempo, antes de que cayeran en la sosería. Pero, en toda la cristiandad la mujer adquiere una aureola azulada en el mundo caballeresco.

En el proceso de los Templarios, los acusadores han insistido en su misoginia de forma muy especial. Sin duda, sus dirigentes temían que sus afiliados pudieran ser presa de la seducción femenina; pero en la sociedad organizada por ellos, querían conceder a las mujeres el derecho electoral.

Una de las reglas del Temple que ha llegado hasta nosotros decide que la orden ya no contará más con hermanas. Lo que significa que San Bernardo las había admitido.

Gracias a un prodigioso golpe de genio, los maestros de la poesía medieval han presentado a la mujer bajo los significados que el esteta Dante, a semejanza de los teólogos que comentan las Escrituras, exige del poema: literal, alegórico y moral. ¿Acaso la Laura de Petrarca, no se nos ofrece así triplemente sugestiva? Pero, sólo Dante tiene poder para situar a su Beatriz en los vapores dorados de la anagogía, y dotarla del cuarto y supremo significado.

Junto al caballero aparece la Dama, la criatura femenina dominadora de su propia y fatal
debilidad, imantada por una fuerza interior sacada de las atmósferas superiores; no ya una mujer, sino la encarnación del misterioso Amor. "Ecce deus fortior me"; he aquí a un dios más fuerte que yo, exclama Dante cuando ve a la joven a la que transpondrá al plano visionario.

Los caballeros han aprendido los secretos en las cortes de amor, antes de que éstas cayeran en la frivolidad. Los caballeros de la Paloma del Paráclito, incluso después de haber sido "faidits" (proscritos) han experimentado con gran fuerza la influencia de estas ilustres damas del mundo cátaro, designadas por nombres feéricos: Esclarmonda de Foix, madre de las Perfectas del Tabor, su hija Escaronia, su romántica coadjutora Riscenda del Theil, su sobrina Ermesenda, Esmengarda, la bella Castraise, ilustrada por las poesías del trovador Ramón de Miraval.

Cada uno de estos caballeros tenía su "agapète", su amante mística, cuya imagen contemplaba fuera del ciclo carnal. Esta concepción de la mujer, desarrollada en la época dorada de la caballería, persiste en la poesía y en la novela, incluso cuando son desprovistas de sus significados latentes.

Salvo honrosas excepciones, no conocemos más novelas de caballería que la caricatura
llevada a cabo cuando este género, ya en plena decadencia, fue a caer en manos de unos fabricantes, totalmente despreocupados de sus significados alegóricos; los ilegibles "Scudéry" y otros cuentistas decadentes.

¿Ha podido Don Quijote matar para siempre con su lanza al dragón que fue el adversario de tantos románticos caballeros?

Cervantes considera los cuatro primeros libros del Romance de Amadís como una obra maestra. Sin duda, sabe que los géneros literarios se reducen a un número demasiado pequeño como para que alguno de ellos muera. Los hay que experimentan eclipses ya que, al igual que todas las cosas de este mundo, se hallan sometidos a las modas. Nada
indica que la Novela de caballería no renacerá, revestida de nuevas apariencias. Bastaría con la aparición de un artista de talento.

¿No hemos vuelto a ver en la realidad palpable renacer al caballero, si no sotéricamente "armado", al menos reconocido por su valentía? La maquinaria destructiva de las guerras modernas parecía haber anulado el valor personal del combatiente, de capital importancia tanto en la época de las Cruzadas como en la guerra de Troya.

Ahora bien, durante el transcurso de la última guerra, hubo caballeros voladores que combatieron en el cielo. No basta con ser un excelente soldado para convertirse en un Guynemer o en un Nungesser. ¿El nombre de Guynemer, al decir de la canción de Rolando, no es el del tío de Ganelón?

Según uno de los temas más corrientes de las novelas de caballería, el caballero andante
cabalga armado en busca de aventuras. Penetra en un bosque en el que se enfrenta a leones, dragones, gigantes o a culpables caballeros. Si resulta herido, encuentra cobijo en el refugio de un ermitaño. Llega hasta algún castillo asediado por un temible enemigo, en el que está situada una bella princesa a la que rescata y que se enamora de su salvador.

De estos acontecimientos, unos podrían inscribirse en el plano de la realidad y otros en el alegórico. Al lado de estos caballeros dependientes de una Orden, había también caballeros solitarios, caballeros andantes en busca de alguna aventura con la que hacer fortuna.

Según Sicille, el perspicaz autor de "El Blasón de los colores", los caballeros andantes se vestían de verde. El sinople es el color venusiano que significa ardiente vitalidad, y, tal y como todavía recuerda el pueblo, esperanza. El color de las armaduras tiene siempre un significado: vemos como aparece el caballero negro, y el caballero bermejo.

El caballero andante, que, al igual que más tarde sus semejantes: el buscador de fortuna o el benjamín de la familia que partía a las islas, no poseía nada más que su espada, la ponía temporalmente al servicio de algún señor feudal, o de alguna castellana en apuros.

"Resulta indudable, afirma Fauriel, que en todos los países de Europa en los que existieron caballeros surgiera también otro tipo muy particular de éstos a los que conocemos con el nombre de caballeros errantes".

Y cita como prueba el impuesto que en el año 1241, les impusiera el rey Enrique III de Inglaterra, el cual tenía enormes necesidades de dinero.

La mayoría de las veces, esta condición de caballero errante era accidental y transitoria. De este modo, los "pellegrini d'Amore" citados por Dante, se convierten en misioneros del conocimiento; en los caballeros errantes de los Fieles de Amor. También existían ermitaños, personajes consagrados por propia voluntad a la vida contemplativa y con un carácter demasiado independiente como para poder formar parte de un "Kenedl" o clan, es decir, una comunidad o "lann". El "lann", que actualmente forma parte de la composición de la mayoría de los nombres de las localidades bretonas, era la aldea constituida jerárquicamente según el modelo de los druidas, una especie de
monasterio que englobaba a toda la población laica. El ermitaño vivía alejado de estas
aglomeraciones, en una cabaña que él mismo se había construido y se dedicaba a interpretar las voces del bosque de manera adivinatoria. Es el sucesor del Ovate céltico, un meditabundo solitario cuya autoridad espiritual amansa a las fieras e infunde respeto a los hombres.

Al estar protegido por un halo de veneración y también de superstición, ni los más temibles bandidos osarían desvalijar su cabaña. También era el banquero benévolo de los pobres, ya que los campesinos le confiaban sus ahorros. Al igual que, y a través de transformaciones superficiales, los tipos humanos se perpetúan en el tiempo, también podemos ver aparecer la figura del ermitaño en los Morabitos Musulmanes o en un personaje como el del Padre de Foucault.

Pero incluso estos Ovates o ermitaños todavía existían en Bretaña hace una veintena de años (y probablemente, actualmente sigan existiendo). Dentro de la Institución de "los mendigos de la parroquia", se consideraba que éstos habían nacido para las inquietudes de las cosas celestes y no para las labores de la tierra. Estos mendigos oficiales eran alimentados por los campesinos, para quienes actuaban como intermediarios con el mundo divino.

Eran los encargados de llevar a cabo una serie de misiones espirituales, como por ejemplo la de reemplazar en las peregrinaciones a aquellos labradores enfermos u ocupados en las labores del campo, así como de decir las oraciones en nombre del común de los mortales que no tiene tanta influencia como él con los Poderes sobrenaturales.

Eon de l'Etoile, un gentilhombre de Loudéac, a finales del siglo XIII era un ermitaño que vivía en el bosque de Brocéliande cuando se le apareció Merlín y le aconsejó que, en misa, abriera su espíritu a las primeras frases del Evangelio. Fue entonces cuando abandonó su soledad a la sombra de los robles para ir a predicar en Bretaña un gnosticismo algo vago al que convirtió en una moda bastante efímera.

En el bosque en el que se introduce, el caballero errante es atacado por leones y por
dragones. El león animal solar, simboliza aquí la pasión interior: para los alquimistas es
representado el símbolo del "fuego secreto".

Hércules debe luchar sin armas contra el león del bosque de Nemea y estrangularlo con sus brazos desnudos: el valor de la sinceridad es que vencerá a la pasión.

En cuanto al dragón, ¿acaso no es el símbolo doble, universalmente aceptado, del "Guardián del Umbral", es decir, del primer obstáculo que debe de vencer aquel cuyo espíritu quiere evadirse del mundo familiar?

Existen un sinnúmero de leyendas locales en las que un santo vence al dragón que tenía atemorizado a todo el país. Así lo hizo San Marcelo en París y en su recuerdo se
haya conmemorado en el Portal sur de Notre-Dame, al menos mediante una moderna reproducción medio fiel a la anciana escultura que hay que ver, si lo que buscamos es su sentido hermético, en el Museo de Cluny.

Pero existen dos tipos de dragones, el bueno y el malo, parientes de ambas serpientes del caduceo; está el dragón de oro y el dragón negro.

Los Chinos han sabido conservar la duplicidad del símbolo en toda su pureza original. Recordemos que el estandarte de los Celtas que Merlín levantaba a los cuatro vientos, llevaba el dragón de oro, pudiendo así conducir a través de los campos de Cataluña a las tropas del "Tractus armoricanus", enfrentándolas contra los Hunos de Atila. ¿Quién sabe, si en estos mismos campos, después de catorce siglos, y permaneciendo invisible en la atmósfera oculta, no seguía flotando también a la cabeza de la armada de Mangin? pues el mundo de hoy sigue impregnado por los recuerdos de la caballería. ¿Quién de nosotros no ha seguido alguna vez el ritual del roscón de Reyes, que permanece hasta nuestros días, legado por la Tabla Redonda?

"La ciencia del pasado no significa nada, a menos que pueda evocar ante ti la totalidad del futuro", afirma Slowacki. El pasado y el futuro, los dos polos de esta ficción que es la del tiempo, están atravesados por el mismo eje.

El mundo caballeresco que se llevó consigo su secreto en una urna sellada, se alejó bajo la tumba sucesiva de los siglos y fue creando distintos puntos de vista, como velos de distintos colores. Pero esta lejana urna que permanece cerrada, a veces desprende unos vapores que se propagan por nuestra atmósfera en la que ninguna belleza ha difundido en vano el perfume de su aliento.

Gracias a su leyenda y a su ejemplo, que bajo la protección de algún genio, se ha refugiado en obras inmortales, la caballería no ha dejado de participar en la dirección del mundo, de este mundo que tan solo puede permanecer estable a través del secreto.

Los Padres de la Iglesia y los Escolásticos atribuyen cuatro sentidos a las Escrituras; el
primero o literal y otros tres que van escalonándose en el sentido figurado: "Las Escrituras tienen varios sentidos: el sentido histórico o literal y el sentido espiritual, que a su vez se divide en otros tres sentidos: alegórico, moral y anagógico" (Tomás de Aquino, "Suma", t. I, I_8 parte, p. I).

"Hago las similitudes a través de los profetas", nos dice la Biblia (Hos. XIII, I).

Los cabalistas hacen las mismas afirmaciones y alguno de ellos le atribuye siete sentidos al Cantar de los Cantares:

"Separa y reconoce las cosas utilizando tu inteligencia y de este modo comprenderás aquello que haya sido expresado con una metáfora o con una hipérbole, así como todo aquello que indique la acepción primitiva de los términos. Y entonces, todas las profecías se te convertirán en algo comprensible y evidente, mientras que a Dios, tus creencias le resultarán de lo más razonables y agradables".

(Maimónides, "Guía de los perplejos").

Molitor les atribuye cuatro sentidos: literal, alegórico, simbólico y anagógico. Cada uno de estos sentidos se halla representado pro una palabra cuya inicial, y siguiendo el orden, es una de las cuatro letras de la palabra "Paraídos" o "Pardès, (sabemos que en hebreo las vocales no están consideradas como letras): "Pasbut, Ramnès, Dérath, Sod". Estos cuatro sentidos corresponden a las cuatro orillas del Edén y de la Sociedad Secreta que cuida cambiando de nombre, pero manteniendo su espíritu, P.R.D.S. (PRiorato De Sión)

Dante desea que la poesía posea estos cuatro sentidos. (II convito I). ¡Y tiene derecho a ser exigente! Jamás hubiera tomado a Virgilio como maestro si en su obra no hubiese podido hallar estos sentidos secretos.

Y, por otro lado, escuchemos a Bocaccio: "Los poetas de la antigüedad, y en la medida de lo que su propia inteligencia pudiera permitirles, siguieron las huellas del Espíritu Santo. Estas huellas de la ciencia eterna se hallan ocultas tanto en las Santas Escrituras, como en los escritos de los poetas: y bajo este velo es donde se conservan las verdades que deberán ser totalmente demostradas al final de los siglos. La utilización de los símbolos para cubrir estas verdades, posee estas ventajas: la de presentar a un mismo tiempo el texto del libro y el misterio que permanece oculto en él; la de ejercitar simultáneamente la reflexión de los sabios y el instinto de los simples, así como la de poder alimentar en público el alma de los débiles, siendo capaz sin embargo de llegar a elevar en el más profundo silencio, el pensamiento de las inteligencias más sublimes.

Una escuela de poetas contemporáneos recibe el nombre de "Simbolista". Resulta muy
curioso que ninguno de estos poetas se haya preocupado por llegar a conocer el mundo del símbolo.

Y de este modo, los pintores contemporáneos desconocen totalmente el simbolismo de los colores.

La extraordinaria obra llevada a cabo por Frédéric Portal en este aspecto, debería servirles de vademécum.