Wednesday, October 19, 2005

REX ET SACERDOS


En la Edad Media, las características arquetípicas de rey-sacerdote se encarnaron muchas veces en una misteriosa figura de soberano que aparece dotado de la plenitud del espíritu y que domina el mundo -aun siendo remoto e invisible- como rey de reyes. Es el Preste Juan, su reino se extiende en Oriente y ha sido localizado en regiones fabulosas como el Tibet o el Palmir, la Mongolia, la India o Etiopía -nombre este último que no tenía en la Edad Media una ubicación geográfica precisa-. En relieve póngase el símbolo de Señor Universal, que por muchos rasgos se identifica con el Rey del Mundo. Este título en realidad designa "un principio, la inteligencia cósmica que refleja la luz Espiritual pura y formula la ley... apropiada para las condiciones de nuestro mundo o de nuestro ciclo de existencia..." .

El título de "Preste" lo califica como depositario de un poder que no es en absoluto el de un simple jefe de pueblos. En algunas narraciones se dice que el Preste Juan repelió el asalto de los Tártaros arrojándoles rayos. La sede de su reino, que a veces se confundía con muchas regiones según la fascinación que ejercía en los relatos de los viajeros de entonces, tiene el carácter de Sede Central en la que se oculta la fuente del Misterio Imperial. La "cobertura exterior" del reino del Preste Juan la formaban Nestorianos y Sabeos . Los primeros, que trabaron indudables contactos con el lamaísmo tibetano, tenían por símbolo una cruz que al centro llevaba la esvástica; los segundos se declaraban "discípulos de Juan" (Yahia) y ejercieron una importante influencia en el pensamiento árabe en la época de los Califas de Bagdad.

En antiguas novelas italianas se conserva el recuerdo de misteriosos contactos que habrían ocurrido entre el Preste Juan "nobilísmo señor indiano" y el Emperador Federico (presumiblemente Federico II). El Preste Juan, narra una de estas novelas , le habría mandado a Federico tres piedras de extraordinario valor y un acertijo por resolver: qué era lo mejor que había en el mundo. Federico respondió el acertijo afirmando que sin duda la medida era lo mejor, pero nada preguntó acerca de las piedras. De ello el Preste Juan dedujo que el emperador Federico "era sabio en palabras pero no en obras, porque no había preguntado por la virtud de las piedras las cuales eran de grande nobleza". Por omitir la pregunta, por nunca plantearla, las piedras habrían perdido sus virtudes ya que el emperador no conocía su uso.

Así, el Preste Juan, mediante la virtud de una de ellas, que daba la invisibilidad, hace que desaparezcan todas. Se trata, como se ve, de prendas hadadas del Poder que provienen del Centro con una muy precisa función que, según veremos a continuación, era la de preparar la restauración del Imperio. Al igual que en las sagas del Grial, el no "plantear la pregunta" vuelve ineficaces los signos del poder. Revela, en otros términos, una grave ignorancia de fondo que hace imposible una ulterior acción ordenadora y hace imposible también la eficacia de una ayuda de lo alto.

En otros relatos Federico recibe del Preste Juan estos tres dones: un traje de piel de salamandra que protege del fuego; el agua de la eterna juventud; un anillo con tres piedras, una de las cuales hace invisible, la otra invulnerable, y la otra permite vivir bajo el agua .

La salamandra en el simbolismo medieval representa la virtud de la "incombustibilidad". El símbolo hace alusión, en el plano moral, a una serena ecuanimidad frente al fuego de las pasiones, a un profundo dominio de sí que no se quiebra ante las peores adversidades y en el fuego de las más terribles pruebas. Ecuanimidad y autodominio que garantizan la rectitud del ejercicio del Poder. Ecuanimidad y autodominio que sólo pueden existir si se posee un contacto real con lo divino: "Pisarás sobre áspides y víboras y hollarás al leoncillo y al dragón" (Sal 90, 13). En Eschenbach se dice que la cota de malla de Feirefiz ha sido "tejida en el fuego ardiente [...] por serpientes salamandras" (Parsifal, 496).

En el grado superior, en el simbolismo alquímico, la "incombustibilidad" tiene que ver con la Piedra fijada en rojo, el azufre incombustible, principio y agente de toda transformación. Aquí ya no se trata de permanecer impasible sino de obrar activamente en cualquier circunstancia exterior, se trata de las virtudes regias de quien ha llegado a los Grandes Misterios, por lo que sabe "teñir" el mundo exterior con su propia calidad interior. Del mismo modo que la Piedra Filosofal "tiñe" de oro el plomo. En otras palabras, se hace alusión a la posesión de ese Poder. Si se refiere al Imperio, señala la capacidad del Emperador de transformar la Tierra Baldía en Tierra de Dicha, de hacer que el poder celestial que lo hace Emperador se difunda en la tierra ordenándola y pacificándola, de lo alto hacia lo alto.

El agua de la eterna juventud hace alusión a la condición de quien, habiendo regresado al Centro, goza de la inmortalidad. Esta agua guarda estrecha relación con el Árbol de la Vida o Eje del Mundo, como se verá luego. Ella convierte al Emperador en vencedor de la muerte en virtud del renacimiento iniciático que confiere la regeneración a su persona y la renovatio al Imperio. El anillo de tres piedras simboliza la altísima dignidad del Emperador en el ámbito estrictamente espiritual: su condición sacerdotal, además de regia. La invisibilidad consiste en la capacidad de efectuar la extracción (solutio) del cuerpo sutil a partir del cuerpo físico y, por tanto, la posibilidad de instaurar contactos efectivos con el mundo invisible. Es significativo que la Tradición griega atribuya esta calidad a Aristeas, uno de los hiperbóreos: "Dicen que el alma (psychén) de éste, cuando quería, salía..." (Suda, Aristea). La alegórica invisibilidad se refiere también a la acción espiritual del Poder que emana del Augusto y que establece el contacto con el Centro supremo y de la societas con éste.

El señorío sobre las aguas hace alusión a la victoria sobre el mundo síquico y al contacto profundo con aquello que está "más allá de las aguas", es decir con una Realidad de orden eterno de la que desciende sobre el Emperador la auctoritas. La invulnerabilidad se refiere a la esencia metahistórica y transpersonal del Imperio que no por dejar de existir visiblemente sufriría menoscabo en lo que realmente es y representa: el poder ordenador del Altísimo cuyo vicario es el Emperador. Por ser necesaria (no contingente), es superior a los ciclos y acontecimientos. El paso de lo invisible a lo visible se produce cuando maduran los tiempos.
Siempre a propósito del Preste Juan, en algunos textos se pone de relieve la posición "polar" de su corte: análoga a la Mesa Redonda "qui tournoie comme le monde" ("que da vueltas como el mundo"). Ahí se encuentra el singular palacio del Preste Juan y sus sabios, donde se celebran los concilios. El palacio puede rotar en círculo y está cubierto de una bóveda cóncava semejante al cielo. "Hay en él muchas piedras preciosas que brillan de noche como si fuera día claro" .
Especialmente importante entre estas piedras es la que da la luz y hace "resucitar al Águila": es la misma piedra que, de ponerse en el dedo, brilla con luz propia y "hace invisible, siempre que se consagre con la fórmula legítima" .

A propósito de la virtud de la piedra que da vida al Águila, recordemos lo que dice Eschenbach del Grial, que se representa como una piedra, lapsit exillis. "Es por la virtud de esta piedra que Fénix se consume y se convierte en cenizas; mas de estas cenizas renace la vida; es gracias a esta piedra que Fénix cumple su venida para reaparecer a continuación en todo su esplendor, más bella que nunca".

Conocida es la estrecha relación del ave Fénix con el Centro del Mundo: en las leyendas árabes se dice que ella se posa sólo en la Montaña Santa de Qâf (como veremos más adelante). Según Herodoto ella es oriunda de Arabia . De este país vuela cada quinientos años hacia la "Ciudad del Sol" (Heliópolis) donde sepulta el cuerpo de su padre y cada quinientos años, o cuatrocientos sesenta y uno, se quema a sí misma. La tradición, transmitida por Herodoto (2, 73), se remonta a Egipto donde Fénix (bnww / Bennu) desempeña un papel importante en la mitología pues representa al Sol renovado por la mañana resurgiendo en forma de Fénix y compara a Fénix con el espíritu de Ra. Bennu es, además, el símbolo vivo de Osiris.

En el Libro Egipcio de los Muertos (capítulo XVIII, 14-27) se dice de Osiris: "Yo soy el ave Bennu que está en Anu (Heliópolis) y dueño soy del pergamino de las cosas que son y de las que serán". En otro pasaje (VII, 16) el Ayer se identifica con Osiris y el Hoy con Ra en el día en que habrá de destruir a los enemigos de Osiris. Una viñeta representa a Bennu al lado de dos divinidades leoninas que, a su vez, representan el Ayer y el Hoy y, entre los dos leones, aparece pintado el símbolo del Sol (Ra) que surge bajo el jeroglífico del cielo (pet). En el mismo texto (XIII, 2; CXXII, 6) Bennu se identifica con la Estrella de la Mañana .

Tácito afirma que los restos del padre de Fénix son quemados en el altar del Sol .
Heliópolis, la Ciudad del Sol, fue identificada con muchas regiones en la antigüedad: con la India, con Etiopía, con Siria; pero no ha de pensarse en la Siria actual sino en la Tierra del Sol, o Siria, primordial, sede de la antigua dinastía solar (Sûryaarsha), uno de los nombres del Centro Supremo. En las estelas nestorianas se dice que el reino de T'sin se extiende al sur de la Montaña de las Piedras Preciosas. El reino de T'sin equivale a la Siria primordial o Reino de la Paz . Era lógico, por tanto, que se relacionase a Fénix con el reino del Preste Juan porque su reino presenta las características de la "Siria" primordial. En Roma, Fénix estuvo asociada a la función imperial en su aspecto imperecedero.

En Arabia es representación del Azufre Rojo (el Kebrît el ahmar), del hombre trascendente u Hombre Universal (el-Insân el Kamil) en el que la Obra, según la terminología alquímica, ha alcanzado la fase al rojo.

En griego el nombre de Fénix, Phoînix, deriva del sustantivo que significa "púrpura" (phoînix) y también "rojo púrpura". Phoînix, además, significa "palmera", signo de victoria.
El ave Fénix, por su carácter eminentemente solar, por su origen no humano, por su inmortalidad que pasa a través de los ciclos de muerte y resurrección, por el simbolismo inherente a la "púrpura", de la que deriva su nombre, fue asumida entre los símbolos del Imperio. Y entre los símbolos, Fénix expresa la naturaleza sagrada del Imperio y la eternidad de su función que trasciende los ciclos históricos. De particular importancia: las alas del ave Fénix son de color rojo y oro, los colores de Roma, y la forma de su cuerpo se parece a la del águila .

A Fénix se le representa pintada de color escarlata dentro del símbolo del Azufre, representado éste por un triángulo puesto sobre la punta de una cruz. Tal símbolo en realidad está compuesto por un triángulo con la punta hacia lo alto que simboliza el fuego y por una cruz que simboliza la materia (el cuatro, los cuatro elementos) sometida a la acción del fuego. La cabeza de Fénix aparece coronada por un círculo azul rodeado del ouroboros, la serpiente que se muerde la cola y que expresa la idea de perpetuidad a través de los ciclos de muerte y renacimiento y la idea de autogeneración. El triángulo, siendo de oro, significa la última fase de la Obra alquímica .

Pomponio Mela (siglo I d.C.) escribe: "Fénix está siempre sola, pues no tiene padre ni madre. Despúes de vivir quinientos años, se echa en una hoguera que ella misma ha armado acopiando plantas aromáticas, y se deja consumir. Así pues, una vez sólidas las partes líquidas de sus miembros, se regenera por sí misma y vuelve a nacer. Cuando alcanza suficiente fuerza, se lleva sus viejos huesos envueltos en mirra hacia una ciudad de Egipto llamada Ciudad del Sol, los coloca en un santuario y los consagra con funerales solemnes" .

En la narración de Plinio , tras la quema en la hoguera, "de los huesos y de la médula nace un gusano que de nuevo se convierte en Fénix (...) Manilio dice que el ciclo del Gran Año se cumple con Fénix, cuando los signos de los astros y de las estaciones coinciden. Esta renovación ocurre al promediar el día en que el sol entra en el signo de Aries".

En su Himno al Sol el poeta griego de Egipto, Nonnos (siglo IV d.C.), le decía al Astro: "A tus altares cubiertos de bálsamo, Fénix, sabia ave milenaria, lleva ramas olorosas en sus patas de garras curvas. A ti te trae el fin y el inicio de una vida que proviene de sí misma" .
Claudio Claudiano (siglos IV-V) dice de Fénix: "neque concepto fœtus, nec semine surgit; sed pater est prolesque sui" (no nace de feto concebido ni de semilla sino que es padre e hijo de sí mismo); "sponte crematur ut redeat" (espontáneamente se crema para volver a nacer) .

Por su acentuado y transparente simbolismo, por el hecho de estar sola y no tener compañera, por el hecho de autogenerarse, por morir y renacer, Fénix desde el siglo primero del cristianismo fue comparada con el Cristo y su símbolo fue usado para expresar el misterio de la resurrección de los muertos tanto en el arte de las catacumbas como en la literatura .