Wednesday, November 08, 2006

PENSAMIENTO.-


Qué extraño es estar aquí. El misterio nunca te deja en paz. Detrás de tu cara, debajo de tus palabras, por encima de tus pensamientos, debajo de tu mente, acecha el silencio de otro mundo. Un mundo vive en tu interior. Nadie más puede darte noticia de este mundo. Cada cual es un caballero espiritual. Al abrir la boca sacamos sonidos de la montaña que hay debajo del alma. Esos sonidos son palabras. El mundo está lleno de palabras. Son muchos los que hablan al mismo tiempo, en voz alta o baja, en salones, en las calles, en la televisión, en la radio, en el papel, en los libros.
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El ruido de las palabras conserva para nosotros lo que llamamos «mundo». Intercambiamos nuestros sonidos y formamos pautas, vaticinios, bendiciones y blasfemias. Nuestra tribu lingüística cohesiona el mundo diariamente. Pero el hecho de pronunciar palabras revela que cada cual crea incesantemente. Cada persona extrae sonidos del silencio y seduce lo invisible para que se haga visible, en el fondo todo el mundo es poeta de su propia alma.
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Los humanos somos aquí unos recién llegados. Las galaxias del cíelo se alejan bailando hacia el infinito. Bajo nuestros pies hay tierra antigua. Fuimos bellamente formados con esta arcilla. Sin embargo, el guijarro más pequeño es millones de años más viejo que nosotros. En tus pensamientos busca un eco el universo silencioso.
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Un mundo ignoto anhela reflejarse. Las palabras son espejos indirectos que contienen tus pensamientos. Contemplas estas palabras-espejo y vislumbras significados, raíces y refugio. Detrás de su superficie brillante hay oscuridad y silencio. Las palabras son como el dios Jano, miran a la vez hacia dentro y hacia fuera.
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Si nos volvemos adictos a lo exterior, nuestra interioridad vendrá a acosarnos. Nos dominará la sed y ninguna imagen, persona o acto podrá saciarla. Para estar completos, debemos ser fieles a nuestra compleja vulnerabilidad. Para conservar el equilibrio, debemos mantener unido lo interior y lo exterior, lo visible y lo invisible, lo conocido y lo desconocido, lo temporal y lo eterno, lo antiguo y lo nuevo. Nadie puede afrontar esta misión por nosotros. Cada cual es umbral, único e irrepetible, de un mundo interior. Esta integridad es santidad. Ser santo es ser natural, acoger los mundos que encuentran equilibrio en ti, aunque nos llamen locos. Detrás de la fachada de la imagen y la distracción, cada uno es un caballero espiritual en este sentido primigenio e inexorable. Cada uno está condenado y tiene el privilegio de ser el caballero interior que lleva consigo y da forma a un mundo único.
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La presencia humana es un sacramento creativo y turbulento, un signo visible de la gracia invisible. No existe otro acceso a misterio tan íntimo y aterrador. La amistad es la gracia dulce que nos libera para afrontar esta aventura, reconocerla y habitarla. La amistad es una fuerza creadora y subversiva. Asegura que la intimidad es la ley secreta de la vida y el universo. El viaje humano es un acto continuo de transfiguración. Afrontamos con amistad, lo desconocido, lo anónimo, lo negativo y lo amenazante que nos revela poco a poco su secreta afinidad.
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El ser humano, en tanto caballero espiritual está siempre activo en esta revelación. La imaginación es la gran amiga de lo desconocido. Invoca y libera constantemente el poder de la posibilidad. Por consiguiente, no se ha de reducir la amistad a una relación excluyente o sentimental; es una fuerza mucho más extensa e intensa, que en la caballería espiritual forja la fraternidad, la ilusión conjunta por sentir el Mundo, y luchar por él.